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Los perdonados | Crítica

Ecos marroquíes del ciclista de Bardem

Ralph Fiennes y Jessica Chastain, en 'Los perdonados'.

Ralph Fiennes y Jessica Chastain, en 'Los perdonados'.

Por qué dos actores de la calidad y el renombre de Jessica Chastain y Ralph Fiennes encabezan el reparto de esta flácida película tan sobrada de intenciones de qualité como falta de inspiración e interés se debe, supongo, al relativo renombre de su director y más aún al prestigio del autor de la novela.

El director y guionista John Michael McDonagh está avalado por su irrupción con dos interesantes películas –El irlandés y Calvary– de fuerza multiplicada por las interpretaciones del siempre grande Brendan Gleeson. Después vino el traspiés de Contra todos y ahora este batacazo.

La novela es del muy alabado, muy traducido y muy adaptado –sus cinco novelas se han llevado o se van a llevar al cine– periodista y novelista inglés Lawrence Osborne, autor de Perversas criaturas, Cazadores en la noche, El reino de cristal o esta Los perdonados, además de haber resucitado al detective Philip Marlowe en Solo para soñar.

No sé qué calidades tendrá la novela en la que se basa el guión de Los perdonados (y me temo que no lo sabré nunca), pero sí qué debilidades tiene esta película que trata de las desventuras de un matrimonio en crisis (cómo no) que causa un accidente muy a lo Muerte de un ciclista cuando acuden a una lujosa party de millonarios en Marruecos. Como hizo Bardem el accidente es utilizado para hacer un estudio presuntamente incisivo y crítico –desafortunadamente resuelto en tópicos de trazo grueso– del comportamiento de unos ricos más bien imbéciles y superficiales, cuando no crueles y egoístas, sobre el fondo pelín lucha de clases, pelín lucha de razas, de quienes les sirven y/o les sufren. No falta por supuesto la historia de toma de conciencia resuelta con tan desafortunado esquematismo tópico como la condena de los ricos sin conciencia, con exceso de mala conciencia poscolonial. El fondo humano y paisajístico marroquí es de guardarropía de luxe: comparsas que solo sirven para resaltar la maldad de los blancos o provocar su conversión. En el fondo la película reproduce las actitudes de aquellos que critica y caricaturiza.

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