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Cultura

De lo que permanece en el silencio

  • La sevillana Julia Uceda regresa con 'Escritos en la corteza de los árboles', publicado por la Fundación Lara La autora reflexiona sobre la capacidad para nombrar las cosas de la poesía

En Kairós, el poema que abre el nuevo libro de Julia Uceda, Escritos en la corteza de los árboles, una niña pregunta a los mayores dónde estaba ella antes, en ese limbo que precede al nacimiento. Aquella cuestión que en realidad interrogó en su infancia la autora resulta representativa del interés que Uceda siempre ha manifestado no por el futuro, sino "por el pasado del que parecemos haber brotado sin raíces". Porque para esta sevillana que ganó el Premio Nacional de Poesía por En el viento, hacia el mar, que vuelve a publicar en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara, escribir supone entablar un diálogo con un yo primitivo, merodear por los alrededores del alma, indagar a tientas en lo intangible y lo eterno. Uceda diferencia entre "los escritores de versos que se desenvolvían entre realidades concretas y verificables" y el poeta, según su criterio "una persona desamparada que no sabe por dónde va ni adónde, ni quién le empuja, ni qué busca", y de ahí que su obra, como lo es esta nueva entrega, llame a las puertas de lo desconocido.

Uceda, afincada en Galicia, visitó ayer Sevilla para presentar de la mano el Centro Andaluz de las Letras Escritos en la corteza de los árboles, por ser su creación más reciente "el libro que menos conozco y el que menos me conoce. Un autor nunca tiene certezas sobre lo que ha hecho. Solamente cuando pasa el tiempo y vuelves a releer un libro o un poema te das cuenta de lo que has dicho", sostiene. Ante los periodistas, la escritora insiste en los interrogantes y vuelve a desmarcarse de quienes defendían una poesía social, tan preocupada por el registro de lo inmediato como pedestre en sus formas e inquietudes. "Hablaban de la poesía como un arma cargada de futuro, pero la poesía no puede ser un arma, que es algo que sirve para matar", rebate, antes de disculparse con Celaya -"claro que quien lo dijo lo hizo con toda su buena intención, no quiero criticar a un muerto"- y de salvar de esa criba a José Hierro, "que hablaba de lo que había vivido. Cuando te meten en la cárcel a los 17 años, todo lo que dices después es verdad".

Ella, como recuerda en el prólogo del libro, también vivió un episodio que abriría su mente, que le generaría un extraño sentimiento de libertad interior que exploraría en su obra: su primer viaje a París, que realizó con compañeros de la universidad. En esa ciudad comprendió gracias a una película rusa, La balada de un soldado, que había más similitudes que diferencias con el enemigo que vendía la dictadura; advirtió su extrañeza, su propio alejamiento, cuando vio a una amiga que comía un trozo de chorizo traído de Sevilla, algo que "evidenciaba características y modos de pensar que ya no tenían remedio, y como estructura mental continúan sin tenerlo en la España del siglo XXI", explica en el prólogo, titulado ¿Somos quiénes quisimos ser?, "porque no teníamos opción. El presente es duro, pero esa época era terrible para la gente como yo que se preguntaba cosas".

De preguntas, del ejercicio de la duda, está plagado, como es habitual en la producción poética de Uceda, su último libro. La poesía se erige como el vehículo para entender el mundo, o, corrige la autora, "como vehículo para todo. Si lees a Hesíodo o cualquiera de los griegos, ves que son ellos los que encuentran las palabras. Los nombres de los dioses los pusieron los griegos, y todavía siguen vigentes sus términos para todo, para un nuevo planeta que descubren, para la medicina... Cuando eres joven y lo lees en la universidad no te das cuenta de lo que significa, pero cuando ya tienes otra formación, otra experiencia, otra edad, te quedas sorprendida de que siglos antes de Cristo ya hubieran vivido todo lo que estamos viviendo nosotros ahora. Hay que ir a esos mayores antiquísimos, porque ahí se encuentra el camino", asegura.

"Yo solo voy buscando / palabras e historias no nacidas", dice Uceda en su libro, en el que la creadora procura, asumiendo de antemano su fracaso, dar forma a la bruma del pensamiento; también reflexiona sobre la capacidad del verbo para dar vida a lo inexplorado hasta entonces. "Es la palabra la que descubre las cosas. Lo que no se conoce es porque no hay una palabra que lo diga. Tú tienes una chaqueta muy bonita, pero si no está la palabra que la nombra no existe. En épocas que no alcanzamos ni siquiera a pensar, un ser humano siente dolor, alegría, amor, pero no sabe lo que es. Encontrar esas palabras es la misión de la poesía", señala, volviendo a esa visión del género como cauce de un lenguaje secreto. "Hubo una época en que todos los jóvenes le escribían poemas a sus mujeres. Pues muy bien, chico, pero eso me lo cuentas tomando un café, no te hagas un libro con algo que ha ocurrido toda la vida... Hay que ir por caminos distintos", expresa esta catedrática que continúa atenta a lo que hacen los jóvenes. "Me meto en Facebook y leo lo que escriben, y lo que más me preocupa es que algunos han perdido el sentido del ritmo del español, porque cada idioma tiene su propio ritmo, y algunos parecen poetas ingleses traducidos", lamenta.

¿Se siente reconocida en su ciudad Uceda, considerada por la crítica como una de las voces más sólidas del panorama nacional? "El reconocimiento es algo que te agrada, pero a mí no me preocupa mucho", admite. "Vivo en Galicia por casualidad, pero la verdad es que allí tengo independencia. Si estás entre mucha gente será inevitable que tengas muchas presiones".

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