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Artes escénicas
La nueva temporada del Teatro Central arranca con datos esperanzadores, como destaca la directora del Instituto Andaluz de las Artes Escénicas y la Música, Violeta Hernández: la mitad de la programación es obra de creadoras. Una mesa redonda sobre igualdad de género en la escena, coordinada por la periodista de RNE Olga Baeza y preámbulo del foro Somos inéditas, reunió a algunas de las protagonistas de este curso para debatir los logros y las asignaturas pendientes.
La actriz María Hervás se enfrenta este fin de semana con The second woman a una “hazaña épica”, un proyecto experimental de las australianas Anna Breckon y Nat Randall que se estrenó en el Grec y que desembarca ahora en Sevilla: durante 24 horas la madrileña repetirá cien veces una misma escena –una relación marcada por el desgaste– que va proponiendo variaciones en la interactuación de Hervás con otros compañeros, actores profesionales y amateurs.
Años antes, la intérprete afrontó otro papel extenuante en Jauría, el espectáculo de Miguel del Arco que transcribía el juicio a los integrantes de La Manada, una experiencia por la que Hervás reivindica el teatro como un espacio donde la voz de la mujer puede ser oída. “Es muy común que vayamos por la calle y que un hombre nos suelte un piropo desagradable, y más frecuente que sigamos adelante sin informar a ese tipo del efecto que ese comentario ha tenido en nosotras. Sería estupendo decirle a ese hombre: ¿Tienes una hora para escucharme? El teatro permite, y eso lo aprecié con Jauría, que los hombres entiendan el dolor que genera que nos traten a las mujeres como objeto de deseo y divertimento”.
Rocío Hoces y Julia Moyano presentan en el Central con su compañía La Rara, la segunda quincena de enero, su Proyecto Frenia, una aproximación a la salud mental que contempla la maqueta de un hospital psiquiátrico, un taller con adolescentes y Órgia, una obra inspirada en el cierre de la clínica de Miraflores. En la investigación que han llevado a cabo Hoces, Moyano y sus aliadas, “cinco actrices en torno a los cuarenta años, de clase media”, descubrieron inquietudes comunes, “como que cargamos con los temas de los cuidados, la exigencia a nivel estético, la sensación de haber llegado tarde a casi todo”, elementos que hacen “imposible alcanzar el bienestar”.
Lucía Vázquez prolonga su carrera como directora con Normcore –lo normal–, una pieza que estrenará en febrero, en la que se rebela contra un mundo donde todos quieren diferenciarse y ser especiales. Frente al artificio, la intérprete, acompañada de Miguel Marín y Sandra Ortega, defiende “una línea minimalista y sencilla”. Vázquez sostiene que, pese a todo lo avanzado, como demuestra la amplia presencia de creadoras en la programación de la temporada, “siempre hay que revisar la situación y estar alerta: para que no nos den siempre la sala pequeña, que se nos apoye con subvenciones para que podamos hacer espectáculos más grandes”.
La directora Ana Donoso, que visita en febrero el Central con El círculo, una propuesta lúdica que concibió como un remedio a la crisis de los 40, aludió a su propia experiencia para tratar el asunto de la conciliación. Se tomó un paréntesis en su carrera para tener y cuidar a su hija, y pudo incorporarse años después, sin complicaciones, al mercado laboral. “Es mentira que los trenes se pasan. Nos hemos creído que no podíamos parar, pero se puede volver asumiendo puestos de liderazgo, dirigiendo equipos grandes”.
"Nos hemos creído que no podíamos parar, pero se puede volver asumiendo puestos de liderazgo, dirigiendo equipos grandes”, dice la directora Ana Donoso
Tras sorprender con San Vito y BAR/GOMA/BAR, Ana Sánchez Acevedo y sus compañeros en Teatro Anatómico proponen ahora otra apuesta singular que parte de los pregones de la venta ambulante para señalar un presente donde las relaciones personales parecen responder a transacciones comerciales y el yo se confunde con una marca. La tesis de Pregón, que se representará en abril en el Central, impregna también las conclusiones de Sánchez Acevedo en la mesa redonda: “No existe feminismo si no se habla de dinero, de clase social, de raza. El dinero determina quién tiene derecho a pensar como artista”.
La actriz y cantante Lola Botello pertenece a una generación “en la que todos estamos cuidando y despidiendo a nuestros padres”. Tras el fallecimiento de los suyos, la intérprete recoge la perplejidad de ser huérfana y despliega junto a su grupo Cordelia la banda sonora de esas ausencias. La fiesta desde fuera (abril) articula una indagación “febril y mística” sobre “qué es la muerte, por qué se van tus padres, quién eres a partir de ahí”.
Chloé Brulê también dibuja un árbol generacional en Las yeguas (en mayo en el Central), una pieza en la que la bailaora Leonor Leal y la actriz Tamara Arias dan vida a dos mujeres de diferentes épocas. Brulê lanza algunas preguntas: ¿Nos reconocemos en quienes nos precedieron? ¿Podemos escapar del legado moral y genético que heredamos? Brulê observa esa “brecha generacional” sin rencor: promete en su obra “algún tipo de reconciliación con las ancestras”.
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