Entre rescates, trasnoches y olivos

Con una docena de conciertos y abundantes novedades de repertorio, el Festival de Úbeda y Baeza cerró con gran éxito el pasado puente de la Inmaculada su decimonovena edición

El contratenor Carlos Mena, al frente de la Capilla Santa María el sábado pasado en Baeza.
El contratenor Carlos Mena, al frente de la Capilla Santa María el sábado pasado en Baeza.
Pablo J. Vayón Úbeda / Baeza

09 de diciembre 2015 - 05:00

Siente el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza una sana predilección por transitar repertorios nuevos, formatos insólitos, miradas renovadas, y eso ayuda a mantenerlo lozano y le da una razonable perspectiva de crecimiento a poco que sus patrocinadores entiendan el valor de su aportación, en términos prácticos (turismo) e intangibles (vinculación a un proyecto cultural de alto nivel). Este año, el festival se ha acogido al lema Músicas cultas, músicas populares, y esa relación se ha visto desde prismas muy variados, con curiosos programas, como el que Andaraje, el histórico conjunto de Jódar, ofreció el lunes sobre polifonías rituales (en realidad, homofonías) de tradición oral, una mirada a las músicas populares a través de ese folk de voces naturales, guitarra y almirez, o el que se presentó en el Hospital de Santiago de Úbeda en la madrugada anterior, cuando un trío de jóvenes dio forma a un trabajo del musicólogo Pepe Rey, que ha recuperado un libro editado en Colonia en 1696 por un carmelita alemán, Fulgencio de Santa María, dedicado a Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, Sacrae Cordis Deliciae. Deliciosas melodías cercanas al carácter del coral alemán y a la canción tradicional, escritas para consumo de aficionados, que la soprano Ana Rey cantó de manera fascinante, con un delicadísimo lirismo y un exacto control de la prosodia, los acentos y los detalles.

La idea audaz de los conciertos de medianoche tiene una estupenda acogida, como se demostró el sábado en una catedral de Baeza cercana al lleno (aun con trasiego continuo de espectadores) para escuchar a la Capella Prolationum, esta vez en formación vocal puramente masculina, y los ministriles de La Danserye en un intenso programa de polifonía extraída de libros de la propia seo baezana. Una actuación con el rigor que impone el canto en facistol (todos, cantores e instrumentistas, en torno a un gran facsímil de los libros originales) y la rectitud característica del ritmo que tienen sus interpretaciones, que dan prioridad al contraste de volúmenes, timbres y texturas.

Poco antes, el aficionado había tenido ocasión de dar un precioso paseo por monodias y danzas italianas y españolas servido por la Capilla Santa María, que se presentó con un cuarteto de auténticas figuras de la música antigua española: García-Bernalt, Múlder, Estevan y el liderazgo del gran Carlos Mena. En una madurez extraordinaria, el contratenor vitoriano no sólo mostró la solidez de sus medios, con un registro grave que no hace sino crecer y un agudo verosímil y redondo, sino que dio una lección de cómo decir los textos, de cómo explotar al límite los matices expresivos de una obra tan conmovedora como la Cantata Spirituale de Ferrari o de ese auténtico prodigio que es Non sia chi mi riprenda de Sances. En el repertorio español resultó especialmente llamativo el contraste entre los tonos humanos de Hidalgo y la cantata inédita de De la Puente, tan italianizante.

La recuperación del compositor manchego, maestro de capilla de la catedral de Jaén durante más de 40 años, fue puesta en marcha a principios de los 90 por Eduardo López Banzo y su Al Ayre Español, que volvió a De la Puente el domingo por la noche con un recital en la espectacular Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda, en la que recuperó hasta cinco cantatas olvidadas del músico. Cuarteto vocal joven e irregular y experimentado equipo instrumental para unas interpretaciones más exultantes y extravertidas que detalladas y precisas.

Como gran despedida de la muestra, Emilio Moreno lideró desde el violín a La Real Cámara en otro programa de inéditos que también bebía del universo de lo popular: fueron tonadillas de finales del siglo XVIII y tema indiano, música ligera, de consumo fácil y carácter costumbrista de las que la soprano Mariví Blasco y el barítono Jordi Ricart, sobrados de recursos para la escasa dificultad de las piezas, sacaron su más divertida vena teatral.

Los visitantes (entre quienes se ha contado una nutrida representación de 60 miembros de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla) han tenido también la oportunidad de asistir estos días a un colorista y singular espectáculo de pasacalles entre palacios ubetenses y baezanos con un repertorio de danzas y canciones del Renacimiento a cargo del conjunto Syntagma Musicum, por más que los resultados puramente musicales no sobrepasaran los del esforzado y digno empeño amateur. Además, el domingo, la soprano Verónica Plata cantó con el acompañamiento de la guitarra romántica de Antonio Duro un rico repertorio de canciones del primer romanticismo. Y en el ciclo de órgano, Joao Paulo Janeiro hizo el lunes en el estupendo instrumento de la parroquia de San Andrés de Baeza repaso de la importancia de la danza en el repertorio organístico, apoyado en un trabajo de rítmica muy regular, que destelló más en las espléndidas variaciones de Sweelinck que en el jacarandoso Noël de Daquin que se bisó al final.

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