Scarlatti desafinado y monótono

DARDANUS ENSEMBLE | CRÍTICA

Dardanus Ensemble en el Alcázar
Dardanus Ensemble en el Alcázar / ACTIDEA

La ficha

**Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Obras de A. Scarlatti, L. Mancia, G. de Bottis, F. Mancini y G. B. Pergolesi. Soprano: Cristina Bayón. Clave: Santiago Sampedro. Violonchelo: Isabel Gómez-Serranillos. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Jueves, 28 de agosto. Aforo: Lleno.

Decepcionante noche de homenaje a los trescientos años de la muerte de Alessandro Scarlatti. Conocemos bien a los músicos de este grupo desde hace años, que nos han hecho pasar estupendos ratos en muchos conciertos anteriores, pero está visto que no era la noche apropiada para ofrecer ese alto nivel musical al que nos tienen acostumbrados. Con un programa a base de arias con violonchelo obligado, Gómez-Serranillos ofreció un sonido áspero, desagradable, sin brillo, metálico. Y lo peor: desafinó desde la primera nota de la sonata de Scarlatti que abría programa hasta el final, especialmente en una insufrible sinfonía para chelo y continuo de Pergolesi. Su cuarto movimiento suena mejor, con todas sus disonancias, en la versión de Stravinski para su ballet Pulcinella que lo que sonó en el Alcázar, un auténtico desatino. El problema era que como el chelo estaba presente en todo el programa, la escucha se hacía dolorosa todo el tiempo.

No sé si por ello, pero el caso es que Cristina Bayón tampoco tuvo su mejor actuación. La voz sonaba entrecortada, con un fiato insuficiente para terminar las frases con nitidez de sonido. Fueron muchos los momentos en los que la voz se perdía al final de una frase y en las que el fraseo se interrumpía para tomar aire. El sonido fluía de forma irregular y se perdía cuando tenía que emitir del mezzopiano para abajo. El rango vocal es corto y su interés por acentuar y darle su nota de intensidad a cada palabra redundó en un fraseo amanerado, inconexo, sin fluidez en la línea de canto y con continuos cambios de color según el registro en el que se moviese. Eso sí, la articulación era clara y algunas vocalizaciones y coloraturas fueron interesantes. Pero la monotonía del programa elegido, a base de pequeñas arias de óperas y serenatas todas muy similares entre sí tampoco ayudó a animar la velada.

El momento más interesante de la noche fue la interpretación de la atractiva Toccata y fuga en Fa mayor de Scarlatti. Sampedro supo entender la libertad rítmica del stylus phantasticus a la italiana de Scarlatti, jugando con los cambios de tempo y los silencios, con precisión y limpieza en la pulsación y con una fuga todo claridad en la conducción de las voces.

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