DIVERTIMENTO | CRÍTICA

Como una joven suburbial de origen argelino se convirtió en directora de orquesta: una historia real

La actriz Oulaya Amamra durante el largometraje.

La actriz Oulaya Amamra durante el largometraje. / D. S.

Hay historias que merecen ser contadas. Y la de Zahia Ziouani y su hermana gemela Fettouma es una de ellas. Nacidas en Pantin, en el primer anillo de la dura periferia parisina, en una familia de inmigrantes argelinos, decidieron desde niñas dedicarse a la música. Fettouma logró convertirse en violoncelista profesional. Si no le es fácil a una niña de origen argelino nacida en el extrarradio de París convertirse en intérprete, su hermana Zahia, en quien se centra la película en un año decisivo en su vida, se fijó como objetivo la dirección de orquesta, un terreno aún muy restringido a las mujeres y no digamos a las que tienen un origen tan modesto y proclive a los prejuicios xenófobos. El extrarradio parece un terreno propicio a las músicas de las culturas suburbanas, no a la clásica. 

Con determinación y talento, tras una larga formación musical desde los 8 años, Zahia logró ingresar en París-Sorbona para diplomarse en análisis musical, orquestación, musicología, violoncelo, guitarra y música de cámara con un expediente que le permitió acceder a los prestigiosos cursos de dirección de orquesta de Celibidache en la Schola Cantorum. A la vez que desarrollaba una brillante carrera como directora de orquesta, decidida a no abandonar su entorno, en el que siempre ha vivido, en 1998 creó la Orquesta Sinfónica Divertimento, formada por músicos y profesores de la región de Ile de France, a la que pertenece su Pantin natal, para abrir oportunidades de formación a los niños y jóvenes a quienes la música clásica puede parecerles algo tan ajeno como lejano hasta lo inaccesible y se integró en el proyecto DEMOS para la educación musical de niños de entre 7 y 12 años en situaciones de marginación que integra una cincuentena de orquestas francesas. La lucha de Zahia se inscribe en iniciativas de educación musical de los colectivos más cultural y socialmente desfavorecidos que tuvo en España la magnífica iniciativa de Paul Casals con la Asociación Obrera de Conciertos (1919-1937) o más recientemente el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela creado por José Antonio Abreu que ha inspirado acciones similares en muchos otros países.     

Dar a conocer a esta mujer y lo que representa es el mérito mayor de esta película que, si no aporta nada importante al arte del cine, sí lo hace con correctas maneras cinematográficas a la divulgación de una figura y una tarea de la mayor importancia. La dirige Marie-Castille Mention-Schaar que a lo largo de su carrera ha tratado temas sociales importantes en clave feel good movie -películas de buen rollito- en La profesora de historia, sobre la educación en un entorno muy poco propicio, El cielo esperará -su obra más seria-, sobre la radicalización yihadista de los jóvenes, o A Good man, sobre la paternidad en una pareja trans. Se ajusta perfectamente a su universo esta historia de superación, éxito y compromiso a la que se le puede reprochar cuanto de reprochable tenga el cine de buen rollito pero a la que hay que agradecer tanto la muy buena interpretación de Oulaya Amamra como su labor divulgativa de una personalidad encomiable y su mensaje real -porque todo lo que se cuenta lo fue y lo es- de superación de las circunstancias más adversas y de compromiso.  

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