Pepe Viyuela. Actor

"En el teatro invertimos solamente quienes lo amamos de verdad"

  • El cómico llega hoy al Lope con 'El baile', la historia de un amor a tres bandas escrita por Edgar Neville. Susana Hernández y Carlos Moreu le acompañarán en el escenario hasta el domingo.

"No me aburro, no", dice Pepe Viyuela, que ha decidido combatir por adelantado e implicándose en varios proyectos la tristeza y la extrañeza que le provocará el seguro e inminente final de Aída, la serie de televisión que tanta popularidad le ha dado a este corredor de fondo de los escenarios. El próximo 23 de julio, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, participará en la versión de Las ranas de Aristófanes que presentará Juan Dolores Caballero. También está escribiendo, junto con algunos amigos, lo que espera que sea el germen de una nueva serie de televisión en el futuro. Y hasta finales de 2015, asegura, tendrá trabajo en los escenarios con diversos montajes. Hoy, por lo pronto, regresa a Sevilla con una obra que le tiene entusiasmado.

-Dice que esta obra es muy especial para usted, ¿por qué?

-Porque es la mejor comedia de Edgar Neville, un ausente de nuestros escenarios desde hace bastante tiempo. Y cuando cayó en mis manos hace dos o tres años, y hasta entonces no la conocía, me pareció muy triste que fuera así. La obra es una rareza. Y deja huella. Es una comedia extraña que te hace reír y te hace llorar. Es la historia de amor de tres personas, dos hombres y una mujer de la que ambos están enamorados, y vemos la evolución de ese amor y cómo la vida va pasando por estos personajes: el paso del tiempo les destruye, en algunos aspectos, pero también los hace mejores. Lo que causa sorpresa es que se supone que un amor a tres, en principio, tiene que acabar mal, ¿no? Y sin embargo lo que plantea Neville es un amor generoso en contraposición al que estamos acostumbrados, que es un amor cicatero, egoísta, posesivo... Plantea algo que no se da mucho en la realidad pero que ojalá se diera.

-Es un planteamiento vital totalmente desprejuiciado y muy poco conservador en lo afectivo, justo lo contrario de lo que tantas veces, en lo político, ha extendido una especie de manto de sospecha sobre Neville...

-Y además, como autor teatral, no fue nada prolífico. Seguramente podemos considerarlo un autor menor. Pero en El baile yo creo que vertió todo su talento, el que podemos apreciar claramente en sus películas, que es donde se encontraba él mucho más a gusto y donde hizo más aportaciones. Sí, está estigmatizado ideológicamente porque se situó al lado del régimen de Franco desde el principio, pero no deja de ser un intelectual con mucho brillo. Aunque ideológicamente él y yo no tenemos nada que ver, creo que va siendo hora de que nos quitemos el velo de los prejuicios. He conocido a gente que lo conoció a él personalmente y por lo que me cuentan era un hombre al que merecía la pena conocer. Y a nosotros también nos merece la pena conocer quiénes somos, de dónde venimos, de dónde viene también nuestro teatro. Y sin embargo en muchos teatros nos han dado con la puerta en las narices porque el autor era Edgar Neville, y a mí eso me parece una forma de censura. Yo pensaba que estábamos ya suficientemente... curados de todas estas cosas. Pero no. No, no, no, no... Y eso me parece grave.

-¿Hay algún otro tesoro oculto o semidesonocido de esta clase que le apetecería rescatar para el público actual?

-En general la gente de la Generación del 27. La otra Generación del 27, me refiero. La de López Rubio, Jardiel Poncela, Miguel Mihura... Hombre, Mihura y Jardiel sí son representados constantemente, pero no ocurre eso para nada con López Rubio, que es un desconocido absoluto incluso para los estudiantes de teatro. No podemos cerrar los ojos, yo creo que estaría bien leer la obra de estos autores, al menos conocerla.

-Figura usted como productor de la obra, así que se juega también el dinero. ¿Cómo ve el presente del teatro español?

-Desde el punto de vista de los apoyos institucionales, mal. No es que tengamos que vivir de ellos, esto es un negocio como otro cualquiera y es el público el que lo saca adelante o no, pero no hay mucho apoyo institucional y en este sentido hemos perdido campo. Pero desde otro punto de vista, el del entusiasmo, vivimos un gran momento para la creación. Y otra cosa, insisto, es el negocio: en ese sentido, todo mal. En el teatro no hay grandes inversores en teatro, los que lo hacemos somos los que de verdad lo amamos, y no estamos en esto precisamente por el dinero. Pero lo importante es que yo no dejo de conocer talentos, directores, actores y dramaturgos, gracias a los cuales nuestro teatro está muy muy vivo.

-La anterior vez que visitó Sevilla, hace pocos meses en el marco del Fest, lo hizo en su faceta de clown, tan fundamental para usted...

-Todo, el personaje del payaso me lo ha dado todo. Desde el punto de vista artístico me ha enriquecido y no deja de enriquecerme y de hacerme disfrutar. Desde el punto de vista, digamos, profesional, a partir de él lo conseguí todo también. Empecé haciendo ese personaje porque no tenía trabajo... y ya después no paré; no he hecho las cuentas, pero calculo que son ya unos 25 años trabajando y la llave me la dio este payaso. A partir de ahí vino la televisión, la posibilidad de trabajar con otras compañías... Ese personaje es mi compañero inseparable, me ha dado experiencia y me ha obligado a ser muy exigente conmigo mismo.

-Usted no era precisamente un desconocido cuando empezó a trabajar en Aída, pero la televisión parece sacarlo todo de quicio en términos de repercusión y popularidad. Ahora estará más acostumbrado, pero ¿cómo lo vivió usted, que siempre ha sido un currante, en los primeros tiempos?

-Con mucho vértigo, sinceramente. Descubres de pronto que todo el mundo conoce tu cara, y no más cosas, porque ni siquiera uno llega a conocerse a sí mismo nunca. Pero el caso es que vayas donde vayas la gente sabe tu nombre, siempre va tu nombre un poco por delante de ti y eso muchas veces cuesta. Como cuesta también entender estas cosas. Es sorprendente, y puede llegar a ser agobiante. Pero al mismo tiempo es también gratificante, claro, porque gracias a eso se me han abierto puertas, he tenido muchas más facilidades para que me escuchen, para que me cojan el teléfono, para poder presentar proyectos de trabajo distintos. Así que he vivido las dos caras, la más incómoda de ser conocido sin que yo haya tenido nunca muchas ganas de que eso fuera así, y la buena que me ha dado oportunidades que vienen muy bien si se aprovechan.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios