Últimas voluntades

Sin alzar demasiado la voz, sigilosa entre el bullicio, la verticalidad y las estrecheces de las calles de Hong Kong, siempre a la altura y el tono de su protagonista (Patra Au), Todo saldrá bien modula las formas del melodrama familiar a partir de una herencia convertida en objeto de discordia entre la viuda de una mujer muerta prematuramente y la familia de ésta, sumida en sus particulares crisis repartidas entre padres e hijos.

No demasiado lejos del cine de su compatriota Ann Hui, o si me apuran incluso del gran maestro taiwanés Edward Yang, la película de Ray Yeung asume su discurso político y reivindicativo sobre las trabas legales y sociales para las parejas del mismo sexo en la isla asiática siempre desde la perspectiva íntima y el desgarro trazado sin extremos emocionales de esa mujer que ve cómo los que antes la acogieron con aparente naturalidad como parte de la familia, ahora le dan la espalda para negarle derechos morales y afectivos.

Todo saldrá bien no deja de tener empero su sesgo didáctico trasladado a las distintas situaciones-obstáculo que la jalonan (el entierro, la ley, los bancos…) aunque Yeung se sabe mover con elegancia, tempo preciso y sentido de la elipsis por un relato que asume el aire melancólico de una crónica de desencanto y afirmación al tiempo en que deja pinceladas sobre esa otra realidad hongkonesa, la de los problemas de vivienda o la precariedad de la clase trabajadora, que hacen de este filme un producto exportable y de calado global sin incidir demasiado en esa etiqueta del cine de temática LGBTIQ+ gracias a la seguramente está circulando internacionalmente. En última instancia, Todo saldrá bien también es una hermosa historia de amor maduro, sereno y libre entre dos mujeres emancipadas.