Melodía, humor y virtuosismo

Trío Poulenc | Crítica

El Poulenc Trio en el Espacio Turina
El Poulenc Trio en el Espacio Turina / Micaela Galván

La ficha

TRÍO POULENC

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Música de Cámara en Turina. Poulenc Trio: Aleh Remezau, oboe; Bryan Young, fagot; Irina Kaplan Lande, piano.

Programa:

Mijaíl Glinka (1804-1857): Trío Pathétique en re menor [1832]

Francis Poulenc (1899-1963): Trío para oboe, fagot y piano [1926]

Viet Cuong (1990): Explain Yourself! [2019]

Francis Poulenc: Tres canciones [arregladas por Dietrich Zöllner y el Trío Poulenc]: Les chemins de l’amour FP 106 [1940] / C’est ainsi que tu es FP 121 [1943] / Toréador FP 11 [1918; rev. 1932]

André Previn (1929-2019): Jaunty, tercer movimiento del Trío para oboe, fagot y piano [1995]

Eugène Jancourt (1815-1901) / Charles Triébert (1810-1867): Fantaisie concertante sobre temas de L’Italiana in Algeri de Rossini

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Domingo, 23 de noviembre. Asistentes: Unas 25 personas.

Desde Maryland vino el Poulenc Trio para una estupenda matinal de domingo. Tono ideal, talante y actitud impecables para uno de esos conciertos perdidos en medio del calendario sevillano que luego se recuerdan. Desde el mismísimo arranque el conjunto americano mostró un equilibrio de extraordinario refinamiento sonoro. Las maderas comenzaron cantando con transparencia sobre un piano ágil y chispeante, creando un tejido flexible que respiraba con naturalidad y que se fue adaptando, sin esfuerzo aparente, al carácter cambiante de un programa construido en torno a la ligereza melódica y al ingenio tímbrico. Ese equilibrio inicial –que nunca se perdió– permitió que cada obra encontrara su propio cauce expresivo, engrandecido por la atención al fraseo conjunto y por unas notas de color siempre oportunas.

El Trío Pathétique de Glinka, más italiano que ruso en su acento, sonó con elegancia contenida. El romanticismo de juventud del compositor, impregnado de modelos operísticos, se revalorizó gracias a un oboe y un fagot atentos al canto, que hicieron de cada intervención un breve recitativo o una pequeña aria. El piano, ligero pero definido, sostuvo el armazón con una claridad que evitó toda rigidez. El Largo, verdadero centro emocional de la obra, ofreció un momento de lirismo apaciguado, más reflexivo que turbulento, adecuado para la visión del conjunto, que privilegió la línea por encima del énfasis dramático.

El Trío de Poulenc, puro neoclasicismo francés de entreguerras, situó al grupo en su ámbito más natural. Aquí se desplegó plenamente el carácter juguetón del compositor: esa mezcla inconfundible de ingenio, claridad y discontinuidad aforística que hace de cada gesto melódico, de cada modulación, una sorpresa bien calculada. El trío navegó con soltura esos contrastes súbitos, esas frases que parecen cortarse a sí mismas, esa mezcla de superficie brillante y trasfondo irónico que tan bien definen a Poulenc. La interpretación, vivaz y estilizada, captó el espíritu de una obra que equilibra humor e intimidad. Una auténtica joya de la música francesa del siglo XX, expuesta de manera admirable. Pero Poulenc volvió después; en los arreglos de tres de sus canciones, el conjunto reveló otra veta del compositor: su lirismo más desarmado, teñido de melancolía y suavemente nostálgico. Aquí las voces instrumentales se expandieron con una cantabilidad casi vocal, dejando que las melodías afloraran con un refinamiento que evitó cualquier exceso sentimental. Fueron momentos de aparente sencillez en los que el trío mostró su capacidad para sostener una atmósfera expresiva afable y emotiva sin perder definición tímbrica.

Ese espíritu –mezcla de gracia, ironía y canto– se coló también entre el trío y las canciones en Explain Yourself! del compositor estadounidense de origen vietnamita Viet Cuong. La obra, escrita expresamente para el trío, comparte con Poulenc el humor instantáneo y el juego con la melodía: parte de una cita de Aubade que pronto se desvía entre multifónicos, gestos traviesos y una insistencia rítmica que penetra directamente en el terreno de lo teatral y lo humorístico. Cuong ofrece un guiño contemporáneo al neoclasicismo, transformando la repetición en ironía y la parodia en estructura. El trío se movió con soltura en ese terreno híbrido, subrayando la dimensión lúdica sin perder control formal.

Con el tercer movimiento (“Jaunty”) del Trío de André Previn volvió a hacerse explícito ese diálogo entre tradición y modernidad: el compositor combina líneas claras, típicas de la tradición clásica americana del siglo pasado, con inflexiones jazzísticas que el conjunto resolvió con precisa soltura rítmica. La matinal se cerró con la Fantaisie concertante sobre L’Italiana in Algeri, obra en la que la melodía rossiniana –ágil, desenfadada, luminosa– y el tono virtuosístico ofrecieron a oboe y fagot el espacio ideal para brillar. Fue un final de espíritu festivo, redondeado por una interpretación que supo conjugar técnica, imaginación y sentido teatral: exactamente los atributos que habían definido toda la matinal.

El concierto se vio una vez más condicionado por el desolado aspecto del patio de butacas, casi vacío. Debe de saludarse calurosamente la profesionalidad y el buen talante mostrado tanto por los tres músicos como por todo el personal de sala, en una situación sin duda incómoda y que debería de ser excepcional. Si se repite más de la cuenta, mire usted hacia donde corresponde: a aquellos que mantienen este espacio en la más insólita e incomprensible de las penumbras comunicativas; una programación de la calidad demostrada en los últimos años merece un poco más de cariño. Pero como dios aprieta sin ahogar, sepa que es muy posible que el año próximo (o si no, al otro) aunque usted (seguramente) siga sin tener vías de comunicación eficaces sobre la actividad del teatro, podrá llegar, en cambio, hasta su mismísima puerta en tranvibús. ¡Qué lujo!

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