Un héroe | Crítica

Regreso a Irán del mejor Farhadi

‘Un héroe’, la nueva película de Asghar Farhadi, ganó el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes.

‘Un héroe’, la nueva película de Asghar Farhadi, ganó el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes. / D. S.

Asghar Farhadi es un grandísimo director cuando rueda en Irán, pero que pierde fuelle cuando lo hace fuera, gracias al gran prestigio justamente conquistado y a su largo romance con los festivales de prestigio (varias veces premiado en Cannes y Berlín) y los Oscar (ganador de dos). Él dice que en Irán se siente limitado porque no le permiten hablar de ciertos temas. Pero parece que estas limitaciones, pese a ser indeseables, le estimulan. Aunque en realidad le debe suceder como a todos los directores neorrealistas o posneorrealistas: precisa una conexión vital con el entorno. Porque lo cierto es que si A propósito de Elly, Nader y Simin, una separación –su mejor película– o El viajante son grandes obras llenas de contención estilística y conmovedora humanidad, sus excursiones francesa (El pasado) y española (Todos lo saben, su peor película) fueron decepcionantes y no estuvieron a la altura de su talento.

Afortunadamente con Un héroe vuelve a Irán y, cumpliéndose lo anterior, logra otra gran película que ha reiniciado su romance con los festivales al obtener el Gran Premio del Jurado en Cannes. Con todo merecimiento. Que se presentara en el mismo festival que premió Titane es un poderoso símbolo de la pos humanidad (que algunos llaman transhumanismo) que asola al cine europeo y de la huida de lo que fue una de sus fortalezas desde Renoir y Rossellini a los nuevos cines de los años 60 –el realismo como mirada humana sobre lo humano– a otras cinematografías que tienen cosas urgentes que contar. El neorrealismo nace siempre del choque entre una sensibilidad y una realidad que le afecta, entre una conciencia y la injusticia, entre un dominio del cine y la necesidad ética de ponerlo al servicio del desvelamiento de la verdad, la denuncia de situaciones de opresión o de carencias, la lucha en condiciones adversas del individuo contra el entorno. No es casual que el neorrealismo histórico naciera en la Italia de 1945 ni que sus posteriores manifestaciones se hayan dado, casi sin excepción, en el llamado Tercer Mundo o en países con severas carencias democráticas. Es el caso de Irán y del reconocimiento internacional de su cine desde mediados de los años 80 y sobre todo desde los 90 a través de las obras de Kierostami, Ghobadi, Makhmalbaf o Farhadi, enriquecedoramente distintos entre sí a la vez que unidos por un sentido ético del cine.

Con un tono en el que se pueden percibir ecos kafkianos (un hombre recto, pero algo torpe y sin suerte perdido en un laberinto legal), dostoievskanos (un hombre simple y bueno enfrentado a la maldad del mundo y la complejidad de las estructuras sociales y las relaciones personales) y desde luego con ecos del neorrealismo de De Sica (un padre y su hijo en busca de la redención y la reparación con la misma triste desesperación con la que Antonio y su hijo Bruno buscaban la bicicleta robada), el héroe de esta película, preso a causa de una deuda, aumenta su desdicha cuando, disfrutando de un permiso, su rectitud convierte un golpe de suerte y una cierta popularidad en fuente de nuevas desgracias. Además de los citados ecos de Kafka, Dostoievski y De Sica, encuentro el de Buñuel y sus crueles parábolas sobre la bondad y la inocencia –también la torpeza– derrotadas por la perseverancia de la maldad: Nazarín y el perro del carretero.

Un guión pródigo en nuevas situaciones y bruscos giros, una realización elaboradamente sencilla, una dirección de actores que construye la naturalidad y un poderoso, aunque ciertamente pesimista (¿o realista?) fondo ético convierten Un héroe en el regreso del mejor Farhadi.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios