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Yo capitán | Crítica
* 'Yo capitán'. Drama-aventura, Ita-Bel-Fra, 2023, 121 min. Dirección: Matteo Garrone. Guion: M. Ceccherini, M. Garrone, M. Gaudioso, A. Tagliaferri. Fotografía: Paolo Carnera. Música: Andrea Farri. Intérpretes: Seydou Sarr, Moustapha Fall, Bamar Kane, Hichem Yacoubi, Oumar Diaw.
Avisados estábamos por el colega Gallego, y se quedaba corto. Viendo ahora esta bienintencionada y falsa Yo capitán bien pudiera deducirse que, en efecto, el director de Gomorra, Reality, Dogman o Pinocchio no se ha enterado de nada en su aventura africana de denuncia.
Fueron Rossellini o Rouch quienes, en sus salidas a África e India, entendieron que había que filmar al otro a su altura y desde sus ojos, no explotarlo ni conmiserarse de sus desgracias y estragos de ciudadano del Tercer Mundo. Pues bien, dispuesto a tocar los corazones encallecidos de Occidente, en especial los de la Italia insolidaria de melonis y salvinis, Garrone traza la odisea de éxodo y supervivencia de dos primos adolescentes senegaleses como quien prepara un especial sobre el desierto o el rally París-Dakar.
Nada resulta auténtico en una aventura emocionalmente teledirigida y arteramente elíptica sin pasar de la superficie de los clichés del buenismo original, la explotación, la extorsión, el chantaje o la violencia ejercida por unos y otros contra aquellos que, a pesar de vivir en una cierta armonía con el entorno, tal y como se nos detalla en la tediosa primera media hora del filme, han decidido poner rumbo a Europa por tierra, arena y mar en busca de prosperidad.
Por momentos meras notas de color en el amarillo de desierto, nuestros emigrantes pasan etapas y fronteras, se separan y se reencuentran en el vasto continente sin que se note demasiado el desgaste y el acecho real de la muerte, como si Garrone estuviera avisando, desde bien temprano, de que el sufrimiento o las liberadoras (sic) licencias mágicas a las que vamos a asistir estarán más que compensadas al final del trayecto.
Filmada a la manera impersonal de cualquier otra película del circuito, es decir, sin un verdadero sentido de la puesta en escena que justifique cada decisión, cada drone o cada secuencia de montaje con música (africana), Yo capitán sólo podrá conmocionar o engatusar a aquellos que, en casa, cambian de canal cada vez que en las noticias salen imágenes de pateras y cuerpos en la orilla.
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