Zweig antes de Zweig

El mundo insomne de 1914 | Crítica

Bauplan publica El mundo insomne de 1914, una breve y significativa colección de artículos de Stefan Zweig, donde el gran europeista de la entreguerra se muestra próximo al nacionalismo pangermano, apenas iniciada la Gran Guerra

El jove Stefan Zweig. (1881, Viena, Austria 1942, Petrópolis, Brasil)
El jove Stefan Zweig. (1881, Viena, Austria 1942, Petrópolis, Brasil)
Manuel Gregorio González

20 de abril 2025 - 06:01

La ficha

El mundo insomne de 1914. Stefan Zweig. Trad. Borja Villa y Álvaro Ramos. Introducción de Antoni Martí Monterde. Bauplan Books, 2025. 96 págs. 14 €

Se recoge aquí una breve porción de artículos de Stefan Zweig, firmados al comenzar la Gran Guerra, donde el lector descubrirá un Zweig antes de Zweig, si entendemos como tal al defensor de un cierto europeismo, de carácter cultural, en el que se conjuran las grandes agitaciones de la primera mitad del XX. Según señala Antoni Martí Monterde en su introducción: “Se trata de una colección de artículos que difícilmente pueden ser considerados pacifistas, poco citados en la bibliografía de nuestro autor”. Es decir, que el Zweig de los años 1914-15 que se revela en ellos es un Zweig de tono belicista, enardecido por los lugares comunes del nacionalismo alemán; y en suma, por un pangermanismo vinculado a la lengua.

La Gran Guerra se planteó como una lucha cultural, la Kultur contra la Civilisation,

A la luz de tales artículos, podría pensarse que hubo en Zweig cierta evolución obligada por el curso posterior de la guerra. Y acaso fuera así. Existen, no obstante, unos condicionamientos previos, que son lo que podrían explicar con sencillez al Zweig de treinta y tres, treinta y cuatro años, que firma dichos artículos. Si es posible aducir la obra de Renan, Fichte y Herder como antecedentes mediatos de un nacionalismo asociado a la lengua (Herder temía que toda Europa terminara hablando francés), es en lo escrito por Goethe y Nietzshe donde quizá hallemos el matiz cultural que en Zweig no dejará de alentar, con diversas modulaciones. Cuando Goethe visite Estrasburgo, ciudad en disputa por Francia y Alemania, tendrá una solemne revelación ante su catedral. Dicha revelación no sería, sin embargo, la de la naturaleza cultural o el significado estético del goticismo; sino la del carácter germánico, constitutivo, vale decir nacional, del estilo gótico. De igual forma, el Nietzsche que firma el prólogo de El nacimiento de la tragedia, lo hace mientras “los estampidos de la batalla de Wörth se extendían por Europa”. Como indica el propio Nietzsche, lo que se dirime en sus páginas tal vez no sea del todo ajeno a la cañonería franco-prusiana. Según recordará el lector, la tragedia era el resultante de una lucha entre las fuerzas disolventes, entre el impulso dionisíaco, y la severa robustez del dórico, como último valladar de lo civilizado. Y es precisamente como una lucha cultural, la Kultur contra la Civilisation, como se presentará -bárbaros los unos respecto de los otros- la inmensa carnicería de la Gran Guerra. Recordemos, en tal sentido, que cuando Spengler firma La decadencia de Occidente, en diciembre de 1917, lo hace con “el deseo de que este libro no desmerezca por completo los esfuerzos militares de Alemania”. Pero recordemos también que dicha obra pretende ser una “filosofía del sino”, un determinismo cultural, en el que Occidente, acaso capitaneado por Alemania, se dirige a un crepúsculo definitivo.

Como digo, el odio y la precaución hacia lo francés, por parte de la Alemania del XVIII y el XIX, suficientemente consignados por Isaiah Berlin, es uno de los vectores con que se configura la imagen de lo germano. Que esta prevalencia de lo alemán o lo francés se establezca y se dirima en términos culturales, pudiera explicar la extraordinaria emoción, así como el fervor popular, con el que fue recibida la guerra del 14, según recoge Peter Englund en su excelente libro La belleza y el dolor de la batalla. Todo este rodeo conceptual queda dicho con la intención de situar a Zweig, a un Zweig ya maduro, en la coordenada histórica y cultural que nos parece más adecuada. A lo cual pudiera sumarse un factor meramente biográfico. Como señaló Chastel, después del saco de Roma, Sebastiano del Piombo nunca pudo volver a pintar con el seguro trazo de antes. Es posible, pues, que tras la conmoción de todo orden que introduce la Gran Guerra en la sociedad europea, Zweig reconsiderara sustancialmente su pensamiento. Sin embargo, esta hipótesis tampoco resulta necesaria. En el artículo final de esta pequeña, pero significativa, selección, titulado “El país sin patriotismo” y firmado en 1909, Zweig aboga por un nudo espiritual, más allá del nacionalismo, que cimente la realidad heteróclita del Imperio austro-húngaro. Dicho nudo no es otro que la belleza; pero una belleza cuyo ser último residía en su carácter heterogéneo, en su hermosa y feraz disparidad. 6 años más tarde, cuando escriba “A los amigos del extranjero” (19 de septiembre de 1914), tal disparidad le resultará nociva. “Queridos, todo esto se ha acabado mientras mis hermanos de lengua y los vuestros estén en guerra y prevalezcan las comunidades...”. Vemos, pues, una evolución, desde una cierta fantasía residual, que pudiéramos llamar “modernista”, a la escueta formulación de la árida estrechez nacionalista. Ortega, escribiendo en defensa del crítico alemán Meier-Graefe, en junio de 1908, hablaba “del vicio nacionalista de la intolerancia: en este sentido merece, como todo nacionalismo, exquisito desprecio”.

Podríamos concluir que Zweig tardó más en comprender aquello que su amigo Roth, trece años más joven, entendió desde primera hora, como se aprecia en el final, irreprochable y acerbo, de La marcha Radetzky. Lejos de resultar, no obstante, una desautorización parcial de Zweig, El mundo insomne de 1914 es, en cierto modo, su corolario. Desde aquella fantasmagoría anaerobia y unánime de del nacionalismo, Zweig mutará en su formidable antagonista. En estas páginas, tan breves como fascinantes, encontrá el lector el surco, casi completo, de aquel viaje hacia la vida.

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