El FMI acaba de revisar sus previsiones para 2022, con una notable mejora de sus expectativas para España. Creceremos un 2,5%, que es un punto más de lo previsto en abril y casi tres veces más que la Eurozona (0,9%). También mejora a las estimaciones del resto de los organismos nacionales e internacionales que se habían pronunciado al respecto, incluido el propio gobierno. Para la economía mundial prevé un crecimiento algo superior (3%), pero ninguna de las avanzadas lo hará más intensamente que la española.

El anuncio parece dar la razón al Gobierno en su rifirrafe con el PP sobre si la economía española va como una moto o continúa atascada en sus dificultades para abandonar los estragos de la pandemia. La realidad es que ambos disponen de sólidos argumentos para defender sus posiciones. El más importante para la oposición es que la comparación se establece con el dato del PIB en 2022, que todavía era anormalmente reducido. Hay que matizar esta afirmación, puesto que el pasado año la economía española creció 5,5%, que también fue el más elevado de Europa y del mundo desarrollado, pero lo cierto es que la premisa sigue siendo la misma: en 2021 y, sobre todo, en 2020 el colapso de la economía española fue tan intenso que las posteriores comparaciones resultan viciadas desde la base de referencia.

En resumen, un fuerte crecimiento como soporte principal del optimismo del Gobierno, aunque lastrado por unas expectativas nada favorables, que el propio FMI lleva a concretar en un crecimiento nulo esperado para 2024. ¿Volverán a quedarse cortas las previsiones? Es posible, porque el extraordinario comportamiento del turismo, que apunta a mantener su pujanza el próximo año, se ha encargado de que las últimas se hayan visto desbordadas. También pueden ayudar los ingresos por exportaciones, sobre todo tras el abandono de la recesión en Alemania y que el empleo continúe creciendo o que se consiga doblegar de una vez la inflación, con el consiguiente final a la escalada de tipos de interés. Es razonable pensar, en este sentido, que la contención sostenida en el precio de la energía tendrá que acabar suavizando, tarde o temprano, el nocivo influjo de la inflación subyacente.

Las razones para el recelo que proclama el PP son, en parte, las mismas, pero interpretadas de forma diferente. El oportuno soporte proporcionado hasta ahora por el turismo y la demanda externa no podrá encubrir por mucho tiempo la paralización de la interna (consumo e inversión), enfrentada al fuerte incremento de la presión fiscal y de los costes financieros, además de a la incertidumbre general sobre el contexto económico internacional. Las perspectivas para la economía de la Eurozona en 2024 son mejores que para la española, pero no dejan de ser modestas y, sobre todo, inciertas por la guerra en Ucrania.

En relación con el empleo, seguimos a la expectativa de que el gobierno desvele si el volumen de desempleo oculto tras la incógnita del fijo discontinuo podría aproximarse al millón de parados del que advertía alguna fuente de confianza. Pero quizá lo más importante es la presión para el retorno a la disciplina fiscal, que el propio FMI reclama de forma urgente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios