LA VENTANA
Luis Carlos Peris
Y aparecerá el invierno
Si a un objeto oscuro lo enmarcas en un fondo blanco, más oscuro aún parece. Y fue lo que pasó con la blanquísima equipación del Valencia en el Camp Nou. El notable partido que cuajaron los levantinos ante el Barcelona de Messi -sí, de Messi- sólo tres días después de la ominosa visita del Sevilla al rodeo azulgrana vino a poner en contraste el negrísimo desempeño de la tropa que adiestra Machín cuando actúa lejos de Nervión.
Ni siquiera le queda ya al sevillista el asidero moral de que el Barça, cuando se enchufa de verdad, es inasequible y más a favor de querencia. El Valencia le quitó la mano del asa al parroquiano de Nervión, al que le llueven las malas noticias por fracasos propios y éxitos ajenos.
Los protagonistas de esa semifinal copera con ida en el Benito Villamarín, que se anuncia apasionante, olisquean las debilidades sevillistas, cada vez más gruesas.
El esfuerzo de la secretaría técnica del Sevilla en el mercado invernal ha sido generoso para tapar algunos de los agujeros que dejaron en el verano. Y ahora está en Machín evaluar el nivel de ese esfuerzo: Wöber y Rog a escena, como Munir. El austriaco, para aportar fútbol a una defensa que lo destila en contadas gotas. El croata, para aportar fuerza y vigor a una media lánguida, en la que ha caducado el ingenioso plan de reunir a Banega, el Mudo y Sarabia en la sala de máquinas. Falta ahí gente que se tire al suelo a rebañar balones, que hostigue con el hombro, que haga medias faltas de las que no pitan los árbitros. Falta colmillo. Falta gente que se arremoline en torno al árbitro si uno de los suyos sangra por un golpe violento, como le pasó a Arana con Maxi.
Falta pulso, en definitiva. El problema es que el olor ferruginoso de la sangre no emana hoy de la boca de Pablo Machín, cuyo discurso autocomplaciente y sin autocrítica ya enerva al entorno, sino que brota de la boca de Caparrós para proclamar que el Sevilla tiene un plantillón.
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