JUICIO "Al Chicho no le vais a ver más. Lo he matado yo": el acusado del asesinato de Alcalá confiesa

La economía española crecerá 2,2% en 2023. El nuevo pronóstico de la UE eleva tres décimas el de primavera debido a que, según el comisario Gentiloni, el comportamiento durante el primer semestre ha sido mejor de lo esperado. La extraordinaria temporada turística, el consumo familiar y la inversión en construcción han permitido que la economía española se consolide como la más dinámica entre las grandes del continente, que en conjunto recorta sus previsiones hasta 0,8%, con un caso significativo de contracción en Alemania ( -0,4%). Pese a todo, Europa resiste incluso mejor de lo esperado, aunque la duración de la guerra en Ucrania y la subida de tipos lo estén poniendo difícil.

También se reduce en cuatro décimas la previsión de inflación para España (3,6, frente a 5,6 en la zona euro), pese a lo cual las expectativas para 2024 son algo más pesimistas. El índice PMI (Purchasing Manager Index) de manufacturas es un indicador adelantado de actividad elaborado a partir de las compras de materias primas por parte de la industria, que toma valores superiores a 50 cuando las previsiones son positivas e inferiores cuando son negativas. Estuvo aumentando en España durante el primer trimestre del año, hasta alcanzar 51,3 en abril, pero desde entonces no ha dejado de reducirse hasta quedar en 46,5 en agosto. En el caso del PMI de servicios, se ha situado por primera vez en el año por debajo de 50 (49,3), pese a la excepcional temporada turística. Por su parte, el PMI compuesto (mezcla ponderada de los anteriores) está en 48,6 (en julio 51,7) y en 46,7 en la zona euro.

La ligera caída en el nivel de actividad prevista para lo que queda de año y la primera mitad del próximo, llevan a moderar la previsión, aunque en un contexto de elevada incertidumbre internacional. China y su crisis inmobiliaria, con sus correspondientes implicaciones en el sector financiero, tiene parte de responsabilidad, aunque su PIB creció 0,8% en el segundo trimestre, que no es mal dato para los estándares occidentales, pero bastante reducido para su rutina. Para la economía española, sin embargo, las principales amenazas se encuentran en un entorno más próximo y tienen que ver con la inflación.

Superadas las tensiones iniciales, derivadas del conflicto en Ucrania, sobre los precios de la energía, la inflación ha conseguido incrustarse en las estructuras del sistema productivo y desarrollar su propia dinámica, sin que la política monetaria consiga doblegarla. El aplazamiento de la bajada de tipos por parte del BCE anticipa difíciles condiciones para el consumo, la inversión, el crédito y la adquisición de vivienda, que han sido los factores determinantes del buen comportamiento durante el primer semestre. Tampoco ayudarán los ajustes financieros tras el final de la suspensión de las reglas fiscales por la pandemia, ni la contracción en el comercio mundial (no crecerá mucho más del 1% en los próximos años) o en la inversión directa extranjera. Es lo que se ha dado en llamar “desglobalización”: el impulso a las relaciones intrarregionales para favorecer la seguridad en los suministros, aunque sea en detrimento de los costes y, por tanto, de la competitividad.

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