Crónica de un día

Fran Barquilla

fbarquilla@grupojoly.com

Ponerle puertas a la guerra

En un mundo tan globalizado, los gobiernos en guerra ven espías por todas partes, incluso entre los periodistas

El Gobierno de Zelenski aprobó la semana pasada una nueva ley por la que se restrigen las condiciones de trabajo de los periodistas en Ucrania. Desde su entrada en vigor no se pueden fotografiar o grabar edificios bombardeados, hay que acudir escoltado por alguien de prensa y a la hora de grabar en la calle cualquier ciudadano se convierte en policía frente a los periodistas.

Hoy los periodistas allí desplazados claman contra la libertad para informar con libertad y contar cosas como lo ocurrido en Bucha. Unos trabajos que han servido para suscitar la condena mundial.

Quizá sea cierto. Vivimos en un mundo tan globalizado que cualquier persona en cualquier punto del planeta, con una conexión a internet, puede ser un espía a sueldo del enemigo. Basta con hacer un barrido en la red y hacerte con una cantidad ingente de información sobre un determinado lugar en pleno asedio.

Miles de fotos y vídeos se publican en los medios sobre la guerra de Ucrania cada día. Material más que suficiente para comprobar el éxito de un bombardeo sobre un edificio o si hay que mandar un segundo ataque porque aún está en pie.

Hace más de una semana que no se ve una imagen del puerto de Odesa. Es parte de esa ley ucraniana que ha establecido el silencio informativo, al menos el que se refiere a las imágenes, para no dar pistas al enemigo ante un eventual desembarco.

Apuntar a los periodistas no es nuevo. Ya pasó en el comienzo de la guerra, cuando a Pablo González, un periodista español, con pasaporte ruso, se le detuvo en Polonia acusado de espionaje y estará en prisión provisional hasta por lo menos el 29 de mayo. Sin que se hayan dado muchas más explicaciones.

Ahora los profesionales allí desplazados se quejan de sufrir el acoso incluso de la población que les denuncia al verles grabar o fotografiar.

Esos mismos fotógrafos, cámaras y redactores que se juegan la vida y han contado al mundo esas masacres que dejan los rusos atrás en su repliegue, a los que les han replicado hasta los negacionistas de la guerra que rápidamente han gritado a los cuatro vientos ¡fake news! al más puro estilo Trump.

Quizá haya espías infiltrados en Ucrania como periodistas, no podemos pensar que es imposible, pero en estos tiempos, un puñado de hackers pueden hacer más por los servicios secretos que un ejército de periodistas que solo tratan de hacer su trabajo.

Le podría haber dado a Zelenski por haber cortado internet o capado el acceso a las principales redes sociales como Twitter, TikTok o Facebook donde vuelan otros miles de vídeos, sin control periodístico, del efecto de las acciones de Putin y los suyos para saber cómo están las cosas tras su barbarie. No disparen al pianista.

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