Crónica Personal

A Sánchez lo cercan los problemas

Si tres vicepresidencias parecían excesivas, la cuarta puede provocar una indeseada inestabilidad en el Gobierno de PSOE y Podemos, ya cogido con alfileres.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / J. C. Hidalgo / Efe

Pablo Iglesias iba sobrado, pero Pedro Sánchez le cortó las alas antes de que jure como vicepresidente. Tan sobrado iba el líder de Podemos que ni mantuvo las formas y, crecido por el cargo que asumirá, anunció a bombo y platillo los nombres de los ministros de su formación, atribuyéndose así una función que es exclusiva del presidente del Gobierno. La respuesta de Sánchez fue inesperada. Puso en su sitio a Iglesias anunciando la creación de una cuarta Vicepresidencia que aminora la influencia de su socio en el Ejecutivo, al tratarse de un área con competencias en temas muy sensibles de la izquierda.

Sánchez ha salvado la investidura pero lo cercan los problemas. Tiene abiertos todos los frentes, pero el más importante es la presión independentista, que no están dispuestos a ceder ni un milímetro en sus principales exigencias: mesa de negociación con Gobierno y Generalitat al mismo nivel, consulta sobre la autodeterminación en Cataluña y amnistía a los presos. De momento, ha cedido en la primera y se niega a las otras dos, que son inconstitucionales. Sin embargo, dirigentes sanchistas afirman que se pueden encontrar fórmulas para satisfacer a Junqueras, Puigdemont y Torra sin dejar de lado la Constitución.

Sánchez está en un espacio que le cuesta manejar porque las instituciones judiciales siguen tomando decisiones que indignan a los secesionistas, aunque confían en que los organismos europeos les den la razón. Han dedicado a ello mucho tiempo, dinero y esfuerzo, y ahora ganan la batalla. La prueba es que Puigdemont y Comin han recogido sus credenciales como eurodiputados. La portavoz del PSOE en Bruselas, Iratxe García, que lo es también de los socialistas europeos –importantísimo cargo– y que se ha dejado la piel junto a González Pons y Garicano para impedir que Puigdemont tuviera entrada en la Eurocámara, salió con lágrimas en los ojos días atrás del despacho del presidente del Parlamento, David Sassoli, que le puso delante el informe de su equipo jurídico que anteponía la elección de Puigdemont a cualquier otra circunstancia normativa española y a la euroorden: no sólo podía ser eurodiputado sino que gozaba de inmunidad desde su elección.

El secesionismo, firme

Los abogados de Junqueras luchan también por su inmunidad, pese al informe demoledor del Supremo, en el que analiza su situación procesal y judicial. La Justicia española teme que pueda producirse una nueva decisión por parte del Parlamento Europeo contraria a nuestros jueces y fiscales. Con un argumento que dejaría en pésimo lugar a Sánchez: negociar con el partido que ampara a Junqueras y que haya sido investido gracias a su ayuda significa que ni el propio presidente lo considera invalidado para la actividad política.

Sánchez ha sido investido, pero los frentes son numerosos. El más peligroso es el independentista, que si no acepta sus exigencias provocará su caída. Y los socialistas saben muy bien que cumplen las amenazas, nunca dan un paso atrás. Llevan cinco años demostrándolo, lo hacen incluso a riesgo de ser detenidos y condenados. Por tanto, esa espada de Damocles está sobre la cabeza de Sánchez.

Tiene otra no menos importante: Podemos. Sánchez estaba satisfecho por la relación con Iglesias en las negociaciones, valoraba su talante, su humildad para comprender que no se podían acceder a determinadas condiciones y le gustó especialmente su intervención en la primera jornada de la sesión de investidura. Pero Podemos dio un paso que irritó profundamente a Sánchez, el anuncio de cuales iban a ser sus ministros y en qué carteras. Y el socialista respondió con la designación de una cuarta Vicepresidencia sin consultar ni avisar a Iglesias. Todo un aviso a quien se creía el hombre fuerte del nuevo gabinete.

El apuntalamiento

Si tres vicepresidencias parecían excesivas, la cuarta puede provocar una indeseada inestabilidad en el Gobierno.

Cualquiera que conozca la vida política sabe que de las vicepresidencias surgen la mayoría de las tensiones, por el afán de imponer criterio frente al resto de quienes están en el mismo nivel en el escalafón. Carmen Calvo está habituada a ser la única vicepresidenta y mano derecha del presidente, Iglesias no se conformará con ser sólo el líder de sus ministros, y la solvencia y rigor de Nadia Calviño puede chocar con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien no es vicepresidenta pero sí será portavoz y se colocará muy por encima de los restantes ministros por su permanente exposición pública. Calviño, como titular de Economía, no se enfrentó nunca abiertamente a las decisiones de sevillana, pero como vicepresidenta puede hacerlo si cree que la política fiscal puede afectar a los números que debe corregir urgentemente: la deuda y el déficit. Sánchez está siendo excesivamente dadivoso, tanto en el programa para captar el mayor número de votos posible... y después, para conseguir el apoyo de Iglesias.

Dos escenarios más aparecen abiertos en canal para el presidente: el primero, la lucha sin cuartel entre JxCat y ERC, con la posibilidad de que Torra convoque elecciones. Todo ello repercutirá inevitablemente en el Gobierno central, obligado por sus pactos a aprobar cuanto antes una serie de leyes y que podría ser difícil por falta de apoyos parlamentarias. Otro escenario es el del propio partido, con dirigentes regionales que han sido leales a la hora de no boicotear la investidura pero que, al menos en el caso de Lambán y Page, no han ocultado su posición contraria a la posición de Sánchez respecto al independentismo. Lo demostraron no acudiendo a la sesión en la que fue elegido presidente. Tampoco lo hizo el extremeño Vara, aunque no se alineó con los críticos.

En estas semanas de negociaciones, Sánchez no ha llamado a Lambán ni Page. Hay un dato que recuerdan los crítico: cuando Sánchez justifica su acuerdo de Gobierno dice que cuenta con el apoyo de la militancia, que fue consultada. Olvida contar que cuando consultó no advirtió que además de Podemos pretendía pactar con los independentistas.

Los sanchistas aseguran que Sánchez conoce perfectamente el campo en el que se mueve y tiene fichas preparadas para salirse con la suya: el primer movimiento lo tiene muy pensado, y es que la mesa de negociación con ERC, que debe reunirse a los 15 días de que haya Gobierno, salte por los aires y esté obligado a cumplir con determinados compromisos. Pero no serían los socialistas los que invalidarían esa polémica mesa, sino Torra, personaje visceral y que se mueve por impulsos. Ésa sería la primera casilla conquistada del tablero. La segunda, convocar en primavera un congreso del PSOE para, desde el Ejecutivo, fortalecerse como secretario general.

Sánchez nunca da puntada sin hilo. Lo que habrá que ver es si en esta ocasión, como presidente de un Gobierno de coalición, sabe coser para que la labor quede presentable.

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