11:47. Debí llegar a las 11:44, pero por Velázquez, tras hacerme el sueco (nunca mejor dicho, porque su confinamiento es light) y esquivar dos coches de la Policía Local, me dan el alto. Alto al alto. De los dos nacionales no escapo. "Dónde va, permiso, documentación...". Solventamos el asunto. "Buenos días, agentes". Empezamos bien el Domingo de Ramos. Pillo el ascensor, qué pronto arrincono la ¿costumbre? de subir por las escaleras. Animal de costumbres, sigo la rutina: apunto en un papel posibles temas, los paso luego (¿por qué?) a un documento de Word, echo un ojo a la prensa y me percato de que llevo la mano a la boca para mojar los dedos y facilitar el pase de páginas. ¡Dios, craso error! ¿Craso siempre va con error?, me digo. Continúo con mis tareas y me acuerdo de Vestidos de domingo, disco de La Cabra Mecánica. El Lichis no da mucho el tipo de capillita, pero me pongo a escucharlo. Suena Todo a cien, tema que me recuerda a la chapucera gestión con las mascarillas chinas. El sistema va pisando huevos. Llama Elena, que recibe abajo, aunque nadie viene: "¿Se te ha apagado el ordenador?". "No". "Vale". Bicheo, verbo inapropiado en época de virus, asuntos económicos. Fin del disco: "Porque el amor es un deporte muy raro y como vicio bastante caro...".

16.20. Echo mano del modo dramático, o tremendo, o intenso, o serio... ¿Qué hago escribiendo estas chorradas con la que está cayendo? Mientras divago, veo por la ventana a un vecino haciendo ejercicio en la terraza con una caja de leche de seis litros en cada mano. Ese chaval está peor de la azotea que yo. Hoy me he puesto el mono de economista. Tres páginas por delante: coronabonos, Iberdrola, Indra, unos tíos que quieren forrarse comercializando la marca 'coronavirus'... Entretanto, se me viene a la cabeza que necesito gafas progresivas porque no veo un pimiento. En una de mis visitas al cuarto de baño le endiño un puntapié al cartón que con tanta destreza pusieron las señoras de la limpieza encajado en la puerta para que no se cerrara. Mis nulas habilidades impiden que arregle el desaguisado después de unos minutos de empellones sin éxito. Destrozo el cartón a patadas y la puerta me golpea en la cara como venganza. Más economía, vaya tostón, y eso que un rato antes estaba disfrutando de La lista de la compra con El Lichis y María Jiménez mano a mano.

21:59. Todo bajo control, no por mí. Carlos Rocha cogió desde por la mañana la máquina de hacer churros y dale que te pego: una página, otra, una más y hasta cuatro aperturas se marca el tío. Casi acabamos excomulgados: "¿El Papa dónde va?". Upssss. Le buscamos un hueco a Francisco, faltaría más. Tres de cuatro veces que me asomo a la ventana y miro a la derecha, dirección Magdalena, está el 40 allí parado, como mirándome. ¿Será una profecía? Jorge Muñoz se va a las 22:04. Dos minutos después me miro en el espejo y me río. Vaya pelazo. Me parezco a López Miras, el presidente de Murcia, que lo vi a mediodía en el telediario y se ve que el hombre tampoco tiene a mano al barbero. Mañana vuelvo a estar solo en la redacción. Ya me estoy cansando de la bromita, ¿eh? To be continued...

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios