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Crónica Personal

Vuelve la rumorología

Camaleónico. Pedro Sánchez apunta, por un lado, a presentarse a la reelección dentro de un año, aunque, por otro, los indicios señalan que se sigue buscando la vida por Europa

El presidente paraguayo, Mario Abdo Benítez, junto al jefe del Ejecutivo español, Pedro Sánchez.

El presidente paraguayo, Mario Abdo Benítez, junto al jefe del Ejecutivo español, Pedro Sánchez. / Eduardo Parra / EP

La llegada del verano apaciguó la rumorología, pero vuelve con fuerza en este otoño en el que Pedro Sánchez no consigue que los sondeos lo presenten como futuro ganador, aunque le dan un respiro advirtiendo que se reduce la distancia que lo separa del PP de Alberto Núñez Feijóo.

Motivo suficiente como para que el Gobierno en pleno se lance aún más a la yugular diciendo que se desinfla el efecto Feijóo y utilizando palabras idénticas para acusarlo de no estar a la altura de lo que se espera de un líder de la oposición y de no respetar la Constitución. Se nota de lejos que los ministros aplican al pie de la letra el argumentario que reciben todos los días.

Ésa es la cara oficial; en la no tan visible es donde se ceba la rumorología que vuelve a poner en circulación la idea de que Sánchez no tiene la menor intención de presentarse a las elecciones si se mantiene lo que de momento marcan los sondeos, que no gana. Así que, de nuevo, se pone el acento es su afán por buscarse un cargo internacional que le permita utilizar una buena excusa para abandonar el Ejecutivo antes de la posible fecha aciaga en la que podría perder la presidencia.

Ya se contó hace meses que andaba tanteando el terreno para ver cómo estaba la sustitución de Jens Stoltenberg, que abandonará pronto la Secretaría General de la OTAN para ser gobernador del Banco Central de Noruega; como tanteó también el terreno de la UE por si podía tener alguna posibilidad de ser elegido presidente de la Comisión Europea o del Consejo Europeo cuando finalicen los mandatos de Ursula von der Leyen y Charles Michel. De momento ha logrado la presidencia de la Internacional Socialista (IS), que se concretará a final de mes porque es candidato único. Va a organizar en España el congreso de ese organismo con presencia de más de un centenar de socialistas y socialdemócratas de todo el mundo y, paralelamente, el congreso de las mujeres. Pero toda esa estudiada escenografía no oculta una realidad que él conoce: la presidencia de la Internacional Socialista no tiene la influencia que él cree merecer. Pasaron los tiempos en los que efectivamente el líder de la IS movía el mundo de la izquierda. Ahora, pocos socialistas saben siquiera quién es actual presidente de la IS. Sin embargo, es hombre de apellido ilustre, Yorgos Papandreu, hijo del ex primer ministro griego.

El juego de barajar nombres

Y como en el mundo PSOE, e incluso en algunos despachos de La Moncloa, reconocen con preocupación que Sánchez podría dar la espantada, se cruzan quinielas sobre su sustituto, con un nombre casi único:Nadia Calviño.

No es miembro del PSOE, pero eso se arregla en un minuto, y además la vicepresidenta primera ha demostrado en los últimos meses que no sólo le interesa la economía, donde tiene nombre dentro y fuera de España, sino que conoce desde dentro el poder de un Gobierno, le atrae la política. De hecho, lleva tiempo preparando bien sus debates parlamentarios para que no sean sólo una sucesión de cifras; se maneja bien dialécticamente contra la contra la oposición y acude a actos socialistas cuando no hace tantos meses prefería moverse en círculos más próximos a la que ha sido siempre su actividad profesional.

Lo que siguen con atención aquellos que analizan los movimientos de Sánchez y los rumores que lo sitúan fuera del Gobierno antes de que finalice la legislatura es el mundo de Podemos.

El socio de coalición se ha convertido en un auténtico partido de la oposición y no desperdicia ocasión para marcar distancias con Sánchez. Es más: lo pone permanentemente contra las cuerdas proponiendo leyes con artículos muy concretos que gran parte de los socialistas se niegan a admitir, lo que sabe perfectamente Sánchez –ley trans, de protección animal y del deporte, entre otras–, que tiene enfrente a una Irene Montero muy crecida. Pablo Iglesias está más preocupado por su futuro profesional que por el día a día del partido que fundó, y Montero ha asumido más responsabilidades desde que Ione Belarra, la secretaria general de Podemos además de compañera y amiga, está de baja maternal.

A vueltas con Yolanda Díaz

Montero se resiste a cualquier tipo de acuerdo con el PSOE para rebajar algunas de sus pretensiones y hace alarde de que no tiene la menor intención de renunciar a su posición actual, lo que complica las cosas a Sánchez porque podría verse obligado a llegar a algún acuerdo con el PP para parar los pies a su ministra de Igualdad, a la que no soportan buena parte de miembros y votantes socialistas. Y hoy por hoy Feijóo no está por la labor de pactar nada con un Sánchez que, piensa, lo ha engañado de forma miserable con la negociación sobre la renovación del CGPJ.

En esa endiablada situación del mundo podemita hay más elementos, entre ellos y probablemente el más importante, Yolanda Díaz, a la que no le van las cosas como pensaba. Anda especialmente preocupada porque una encuesta de La Voz de Galicia recoge que la vicepresidenta segunda podría no repetir como diputada si pretende presentarse al Congreso por una provincia gallega. Sumar no acaba de sumar, valga la redundancia. Es un partido que mencionan permanentemente los medios de comunicación, pero no se ve entusiasmo por el proyecto de Yolanda Díaz.

La vicepresidenta ya ha anunciado que Sumar no se va a presentar a las municipales y autonómicas porque no dispone del tiempo suficiente para cuajar un partido que de momento está en proceso de escucha, como no se cansa de repetir. En cuanto a las generales, decidirá en función de lo que ocurra en esas elecciones de mayo y cómo se encuentre el proceso de creación de Sumar.

Es más: la ya mencionada rumorología recoge que a Sánchez le preocupa el futuro de Díaz. Necesita que forme un partido que se presente a las elecciones porque cree el presidente que su figura es muy atractiva entre la izquierda –se supone que dispone de datos contrastados en ese sentido– y que Díaz, con un partido propio frente a un Podemos en decadencia, podría lograr un número de diputados que para él serían preciosos si finalmente cree que tiene posibilidad de mantenerse en La Moncloa. En caso de que ella no consiguiera que Sumar saliera adelante, por los cenáculos políticos madrileños circulan dos teorías: una, que Montero y Belarra, como mal menor, finalmente aceptarían a Díaz como la candidata de Podemos a la presidencia del Gobierno; dos, que a Sánchez no le disgustaría incluir a su vicepresidenta segunda, como independiente, en la lista madrileña del PSOE en puesto muy alto.

Las relaciones entre los dos no son excesivamente fluidas, incluso vivieron tiempos de tensión, pero a Díaz le interesa llevarse bien con Sánchez porque no tiene sintonía con Podemos ni con casi ningún otro partido. Su fuerza, importante, son los sindicatos, UGT y CCOO. En cuanto a Sánchez, le interesa llevarse bien con Díaz porque le preocupa que pueda dividir, más de lo que ya está, el voto de la izquierda.

Lo que sí sabe perfectamente Sánchez es que Díaz sólo piensa en su propio futuro y no duda en usar a quien haga falta o hacer lo que haga falta para sus objetivos, aunque eso signifique dar de lado a quienes la han ayudado a subir en la escala política. Es la razón de que los sondeos le sean desfavorables en Galicia: la conocen muy bien.

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