La ventana
Luis Carlos Peris
El Rey, en su rol de oasis
Empastelada con Málaga y dolorosamente como a cencerros tapados echó a andar la Aste Nagusia, Semana Grande en tiempos pretéritos. Y hay que ver cómo cambió la cosa coincidiendo con el cambio de denominación. Si Sevilla es la liturgia, Madrid la exigencia no siempre justa y Pamplona el bullicio que no todos aceptan, Bilbao es la rigurosidad de la corrida entera, sin mixtificaciones sobre esa arena negra que sobrecoge como aliada imponente del toro que allí sale, el toro de Bilbao, pero sólo eso prevalece. Aunque ya nada es como era, la corrida de toros en Bilbao era lleno casi a diario y cualquier parecido hoy con aquello es pura coincidencia. Fue bajando el poder de convocatoria hasta unos niveles que causan pena. Y con la autenticidad intacta duele ver cómo el azul Bilbao es el color que abunda en sus tendidos tan poco ocupados. La reciente experiencia de las flojas entradas en Donostia es lo que nos tememos para Vista Alegre. Qué recuerdos los de aquel puerto de montaña del curso...
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