Resulta banal decir que en las democracias actuales hay una fragmentación política, y para encontrar gobiernos fuertes hay que ir a China, Rusia o Arabia Saudí, donde las disidencias se pagan con envenenamientos, secuestros y desapariciones, que nos traen el gusto de novelas de misterio antiguas, si no fuera porque son terriblemente reales. Ahora tenemos un proyecto de Presupuestos en España, que aumenta el gasto y los impuestos, desviándose muy ligeramente del equilibrio fiscal comprometido con la Unión Europea, y que ha dado lugar a reacciones completamente desproporcionadas.

Mi opinión, conocida, sobre el impuesto sobre la renta es que no encuentro justo gravar las rentas del trabajo con una mal llamada progresividad. El acoso fiscal se ve en cuestiones como el gravamen a las prestaciones por maternidad, ahora anulado por la justicia, tema en el que, por cierto, no entiendo como Hacienda no devuelve, sin necesidad de reclamar, todo lo que ha cobrado arbitraria e indebidamente. Dicho esto, no creo que otras medidas como gravar con un 0,2 la compraventa de determinadas acciones sean dramáticas; durante décadas hemos soportado gastos de ejecución exorbitantes sin que nadie dijera nada, hasta que las normas Mifid sobre mercados de valores, y la tecnología, han venido a rebajarlos. Por lo demás, mi prevención ante la nueva imposición es que técnicamente no está bien justificada; por ejemplo, el IVA, que gusta tan poco, no es un mal impuesto, ya que acompaña a la actividad económica y recauda más o menos según vaya la economía.

Sobre el salario mínimo se cita la opinión de un funcionario del FMI, que desde Singapur ha dicho que hay que tener "cuidado" para compatibilizar los intereses de los trabajadores y de los empresarios. Por un trabajo de 40 horas semanales, 900 euros son 5,6 euros la hora -teniendo en cuenta vacaciones pagadas-, lo que no puede considerarse excesivo; tengo delante la nómina de una empleada del hogar, que por una jornada de 32 horas semanales cobra 800 euros, a los que se añaden 217 euros a la Seguridad Social, y aquí está la clave del problema, no en el salario, sino en las exageradas cotizaciones, que son un verdadero impuesto sobre las rentas del trabajo.

Los Presupuestos no han tenido repercusión en el tipo de interés de la deuda pública, que es la variable más directamente relacionada con ellos. Seguimos con un 1,5% en la deuda a 10 años, con un diferencial de 1,06 respecto a Alemania, menos que hace un año, 1,18; Italia paga 3,4%, casi 3 más que Alemania. Si, según los mercados, los presupuestos no son tan extremistas, sería un magnífico detalle por parte de los partidos nacionales en la oposición apoyarlos, negociándolos dentro de una comisión "cuatro partidista"; no solamente se mejorarían, sino que se evitaría lo que tanto se critica de depender del voto de partidos de comunidades autónomas. Esta acción requiere intrepidez y coraje político, pero es tan deseable como improbable. La Fundación Del Pino organiza un diálogo con el sugerente título Jóvenes españoles contra el cainismo y nos hace pensar que aunque entre Caín y Abel tampoco había una gran motivación para colaborar, al menos tampoco la había para el asesinato.

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