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La soledad de Monchi

El modelo de negocio es él y la presión que soporta se percibe en su voz, a veces temblorosa

AQUELLO de la soledad del entrenador puede llegar a ser un grano de arena al lado de la que en días como éstos asalta a este león a veces herido pero que sabe sacar sus garras en momentos de debilidad. No se me malinterprete. Sus zarpazos son esos conejos que salen de su chistera, ese agua convertida en vino, ese polvo de magia que sale de sus dedos encallados por sus intentos de desconexión en el gimnasio, bien temprano, cuando la ciudad aún duerme. Y Twitter también.

Uno de sus defectos –y no me canso de decírselo– es que no se decide a apagar ese interruptor. “Es mi manera de estar con la gente”, argumenta a veces sin pensar en el mal que le hace beber –y no hay quien lo sacie– de todo lo que ahí se vuelca.

El modelo de negocio... Ay, el modelo de negocio. El modelo de negocio es él. Monchi sustenta el Sevilla en sus anchas espaldas. A la sociedad anónima y al club deportivo. De él depende cada euro que entra y el que se va. El negocio de los accionistas se apoya en sus aciertos, la batalla por el sillón presidencial también va con su ojo clínico, el prestigio del entrenador está en parte en sus manos, el sueldo de más de 500 empleados y el contento o descontento de la afición, para qué vamos a contar.

La presión que soporta se percibe en esa voz a veces temblorosa en sus entrevistas, en las que parece jugarse más que en una negociación para comprar o vender un futbolista y en las que nunca, nunca, se le olvida pedir perdón por sus errores. Tú no tienes que pedir perdón, Ramón. Directamente estás obligado a no tener ninguno.

El Sevilla, rodando por encima de sus posibilidades desde 2006 con ese paréntesis de dos años sin el de San Fernando, vive al límite sobre el filo de una navaja que es ese modelo de negocio sobre el que camina Monchi con sus pies descalzos y dando a veces –y bien que se lo he avisado– más explicaciones de las que le corresponden. Rey y villano a partes iguales en la cloaca de Twitter, ahora sólo queda decirle: Monchi, haz tu magia.

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