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La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Ya todo se habrá consumado

Todo es un vertiginoso caudal de sensaciones, una sesión gozosamente interminable que solamente acaba cuando con la Soledad se funde a negro en San Lorenzo

El impresionante entierro que es el paso inconfundible de la Mortaja saliendo de su casa en Bustos Tavera

El impresionante entierro que es el paso inconfundible de la Mortaja saliendo de su casa en Bustos Tavera / D. S.

DECÍAMOS ayer que en el día más largo de Sevilla, el jueves se empastela con un viernes que será la antesala del Consumatum est que todo lo cierra. Amanece viernes y Sevilla sigue, seguía, despierta en su día más largo. En la amanecida habrá habido escalofríos bajo los vencejos de San Lorenzo mientras el Gran Poder terminaba de repartir amor en una amanecida sobrecogedora y llena de luto, que si el paso largo del Señor de Sevilla ha resultado conmovedor por el Postigo, por Zaragoza o Cardenal Spínola, a ver cómo se sobrepone uno al crujido del Calvario por Castelar y el Molviedro.

Avanzaba la mañana y se atemperaban los cuerpos cuando tres cortejos muy singulares enfilan rumbo a sus lugares de procedencia. Dicen que pocas estampas tan bellas como ver al señor de los Gitanos coronar Argote de Molina cuando ya el sol intenta ganar su batalla diaria y el aire huele a pan nuevo. Formidable cómo la gente de bronce sigue a su señor de la Salud conmovida con esa forma tan peculiar de ir ganando terreno a base de amagos y temple, una barbaridad de temple en cada zancada.

A esa hora, el Arenal vibra con la Esperanza desde el Arco del Postigo hasta donde estaba el Pópulo, aquella cárcel urbana de donde surgían saetas preñadas de agravios y reivindicaciones de los que allí penaban sus errores. Ensoñación en los alrededores del Baratillo cuando el Señor avanza por Adriano y le sigue la Virgen en volandas de una Triana como con prisas grandes por volver a Triana. Las prisas lógicas de gente entre la que abundan los que son tan trianeros que estando en la calle Sierpes se sienten extranjeros.

Y al Norte de la ciudad, la Macarena también deseando llegar a la Macarena. Quien no ha visto llorar a la Macarena cuando dobla de Cuna y el sol le da en la cara por Laraña no sabe cómo es la cara auténtica de la pena. Tremendo misterio éste de la Macarena, Gioconda a lo divino que fuerza el paso para volver a su casa, tal como exigía Marta cuando la Coronación: “Te fuiste para tres días y tardaste siete en volver, Madre mía Macarena, no me lo vuelvas a hacer porque me muero de pena”. Saeta cantada en Parras por la recordada saetera macarena, cuyas cenizas reposan en el jazmín lunero que circunda el atrio de la Basílica.Y fresco en la memoria lo de aquel año en que se hizo realidad la apoteosis por los callejones, como antiguamente, Torrigiano y Esperanza especie de vía dolorosa verde esperanza, de Esperanza Macarena después de que las legiones romanas precedan al Señor de la Sentencia en esa revirá físicamente improbable de Torrigiano a Esperanza.

Seguirá la fiesta en Triana bien superado el mediodía y se estará fraguando la salida a la calle del Cachorro, ese gitano expirante que se resiste para que su último soplo de vida sea de Triana. Y en esa Triana sin la que apenas tendría sentido nuestra Semana Santa, La O desde Castilla, y en el Arenal, la Carretería, aristocracia azul de terciopelo que irá por delante de la Soledad de San Buenaventura en un día que suele ser de cielos bajos como rememorando aquella tarde en el Gólgota de truenos y centellas en la que se abrió la tierra.San Isidoro con Jesús caído y ayudado por el impresionante Simón de Cirene que esculpiese Francisco Antonio Gijón, el mismo que tallara el Cachorro y con eso está dicho todo. Montserrat con su Cristo de Juan de Mesa y en esto que baja por Dueñas un extraño cortejo lleno de luto y de duelo abierto por un grave muñidor que nos mete en el túnel del tiempo cuando el entierro baja por Dueñas. La cofradía de la Mortaja con sus dieciocho ciriales, que dieciocho fueron las personas que presenciaron el drama del Gólgota.

En este día, penúltimo capítulo de la gran celebración, se masca la pena negra, todo es Cachorro en esta atardecida brumosa y como de velo rasgado. Todo es muerte, nada más que muerte por las calles de una Sevilla escenario de la mayor ópera urbana que se da en Occidente y cuando ya era muy alta la madrugada en Triana, la soleá del Zurraque se hará saeta para ese Cristo que expira mirando a Triana tras haber sobrecogido a toda una Sevilla que vive sin vivir en ella porque todo se ha consumado y son muy pocas las cosas que siguen teniendo sentido.

Hay que esperar, sin embargo, un día más para el Consumatum est. Queda el sábado para que Sevilla se vuelva a llenar de Esperanza con la que viene desde el colegio salesiano de la Trinidad. Santo Entierro luciendo galas por la Carrera Oficial y punto culminante del día, antes de que la Soledad funda a negro en San Lorenzo, recordar a los Servitas por Santa Isabel te llena de añoranza. En los últimos años se había masificado, pero entra una nostalgia infinita recordar cómo rodeaba San Marcos esa extraordinaria Piedad que diseñó Dubé de Luque en el corazón de un intimismo que se fue perdiendo. Y de allí, otra vez a la Sevilla eterna, al corazón de una ciudad convertida en Jerusalén por siete días para una despedida que, como todas las despedidas, tenía una enorme carga de tristeza. Con la Soledad fundiendo a negro en San Lorenzo sí que puede decirse que todo se ha consumado. ¿Cuándo volveremos a vivirlo?

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