Un vistazo a Europa, con España al fondo

Los países más importantes de Europa viven en una permanente inestabilidad política y en plena crisis económica y social España, a la expectativa

Giorgia Meloni, Olaf Scholz, Emmanuel Macron y Liz Truss.

Giorgia Meloni, Olaf Scholz, Emmanuel Macron y Liz Truss. / M. G.

El carrusel diario de debatillos ajados y declaraciones vacías de ping-pong no nos dejan ver el bosque. Todo ese ruido político-mediático sólo sirve como biomasa. La política española es cansina. Son como los minutos basura del baloncesto aunque aquí el partido está aún sin decidir. Se entienden que son imprescindibles para que el sistema funcione por la acción de la confrontación y el control del Ejecutivo pero en el fondo son perfectamente prescindibles por su escasa utilidad práctica. Ayuda a entender mejor quién es quién, cuáles son sus planes -si es que los tienen- para los españoles y para que nos vayamos haciendo una idea de lo que nos espera. Pero el futuro de España se resolverá, innegociablemente, en el ámbito europeo -y global- y con similar suerte a la de nuestros socios comunitarios.

Sin embargo, en nuestro país tenemos una concepción resultadista y utilitaria de la UE. Es uno de nuestros déficits históricos. Prestamos atención al dinero que llega de Bruselas, a los fondos extraordinarios, y sumamos y restamos mayorías políticas. Y cuando nuestros lideres se atoran en casa y necesitan un baño de prestigio se van a ver a las autoridades europeas, como ha hecho esta semana Núñez Feijoo con Von der Leyen. Pero poco más. La política nacional siempre es política local, como es lógico. Pero a veces es importante desdoblarse para entender la política Europa como política local. Y esa mirada nos trae un paisaje inquietante. Los cuatro países más importantes de la UE, por renta, influencia e importancia geopolítica, están sometidos a tensiones internas de difícil resolución.

Italia, el oficio de la inestabilidad

Italia es hoy el paradigma del éxito del populismo y la radicalidad, que ha de entenderse como una amenaza a la institucionalidad y la convivencia porque donde los ultras gobiernan merman los derechos, la inmigración se convierte en anatema, se pone en jaque la separación de poderes y se borran las políticas contra el cambio climático. Superado el espanto de Polonia, Hungría o Eslovenia, el triunfo de Meloni, que recoge el testigo de la ultraderecha más parecida a Mussolini desde 1943, con Hermanos de Italia, sumados al Liga de Salvini y el Forza Italia de Berlusconi, ha puesto ya al país del revés. Aunque quizás no haya que preocuparse demasiado por ese Gobierno porque se lo va a cargar Berlusconi desde dentro. El hombre de las velinas de Villa Certosa ya ha desatado todas las tensiones internas votando en contra del candidato a la presidencia del Senado de la propia coalición ultra y escribiendo en un papel con la intención de que las cámaras lo captaran el siguiente mensaje sin encriptar: "Giorgia Meloni. Comportamiento 1: obstinado; 2: matón; 3: arrogante; 4: ofensivo. Sin voluntad de cambio. Ella es alguien con quien no te puedes llevar bien". El impar Berlusconi, quien en unas grabaciones también culpa de la guerra a "la resistencia ucraniana” que por lo visto debería deponer las armas y permitir un paseo triunfal ruso.

Esos juegos florales deslumbran a la vez que el mercado ya ha emitido opinión sobre la coalición ultraderechista que va a gobernar Italia: el interés de la deuda italiana supera el 4,7% por primera vez desde 2013. Se sitúa en máximos de diferencia con la deuda española. O sea, que los bancos, los fondos de inversión, los soberanos y las aseguradoras no se fían de la imprevisibilidad del futuro Gobierno ni de su euroescepticismo ni del proteccionismo nacionalista por venir. Son consecuencias. El dinero es cobarde y huye.

Alemania, atrapada en el laberinto ruso

Alemania, el motor, la gran fábrica y hasta que Merkel pastoreaba la UE, el gran decisor junto a Francia, anda trabada y con perspectivas de empeoramiento súbito. Va a entrar en recesión en 2023, con su PIB cayendo un 0,4% según las proyecciones del propio Gobierno. En la pasada primavera aun preveían crecer un 2,5%. Los problemas -y la dependencia- del suministro de gas ruso está poniendo a su economía en la picota, frenando la producción industrial y sin librarse de niveles de inflación del 8%. Añadan que el Tribunal Federal de Cuentas ha establecido que el endeudamiento previsto por las ayudas de 200.000 millones de euros para sofocar el encarecimiento de la energía es inconstitucional. Otro nudo para la economía alemana.

Pero sus problemas no son sólo económicos: la ministra de Interior ha destituido al presidente de la Agencia Federal de Seguridad cibernética por sus presuntos vínculos con los servicios secretos rusos. El nivel de exposición a la influencia de Moscú no solo llega por un gasoducto. Se verán las consecuencias de esa supuesta relación de espionaje. Añadan la preocupación creciente entre la población -más del 50% cree que es el primer problema político- por la integración de los inmigrantes y refugiados. Alemania, y con ella todos los europeos, vamos a pagar muy caro la anuencia con la que la dirigencia alemana ha permitido convertir su país en rehén de Rusia creyendo que Putin les comía en la mano. Alemania es uno de nuestro principales socios comerciales -en 2021 exportamos por valor de 31.000 millones e importamos desde Alemania por 40.000- pero es que el país germano es además uno de los principales emisores de turistas al sol español.

Francia, agitación social y moción de censura

Francia no va mejor. En medio de una agitación social y huelgas generales, el Gobierno de Macron ha aprobado el presupuesto por decreto al carecer de los apoyos parlamentarios. Lo ha hecho utilizando un artículo de la Constitución que le permite sacar las cuentas sin votación pero exponiéndose, como contrapartida, a una moción de censura. La Francia insumisa de Melenchon ya la ha presentado y todo indica que la extrema derecha de Le Pen seguirá el mismo camino. Aunque no prosperarán porque ni Melenchon votará la de Le Pen ni lo contrario, la estabilidad institucional se tambalea: Macron ha ido perdiendo apoyos moderados en los últimos días y su mayoría relativa le augura un calvario.

Económicamente, también prevé una caída relevante de su PIB. Francia había sido uno de los países que mejor salió de la pandemia. Recuperó rápido su actividad económica creciendo su PIB hasta el 7% y con un paro mínimo en torno al 7%. Pero la guerra, la crisis económica y sus consecuencias lo van a arrastrar al lugar común de los demás países. "El fin de la abundancia", como ha llamado Macron a esta etapa de pertinaces turbulencias le dificulta tanto la ejecución de sus reformas estrellas -las pensiones, la transición ecológica energética y el sostenimiento del desempleo- como su decisión de implicar a los franceses en las decisiones del Estado como antídoto contra la desafección política.

Reino Unido: juega a la italiana

Todo o casi todo lo que le ocurre a los británicos hunde sus raíces en el Brexit, un desastre sin paliativos, un paraíso que no se adivina en el horizonte porque las promesas milagreras son difíciles de aterrizar. Aun fuera de la UE, las relaciones de UK con la UE son estratégicas y no conviene perder de vista su peculiar inestabilidad. Tras los escándalos y la salida forzada de Boris Johnson, la nueva primera ministra Liz Truss, que ha durado 44 días en el cargo queriendo ejercer de Thatcher sin ser Thatcher y sin tener un partido conservador cohesionado ni un país dispuesto a más thatcherismo. La reducción radical de impuestos, el liberalismo radical y la reducción del Estado no parecen fórmulas que vayan a funcionar en un país en el que se ha ampliado la brecha entre ricos y pobres tras la pandemia. Un tercio de la población no tiene recursos para pagar el gas y la electricidad: la factura se habrá multiplicado por cinco al concluir 2022, según datos oficiales. Y reequilibrar la desigualdad y mejorar los servicios no sólo es una asignatura obligatoria para cualquier Gobierno, es que lo contrario tiene consecuencias directas para la democracia.

Tras abandonar la UE se firmaron acuerdos claves con los exsocios: el acuerdo de comercio y cooperación, una asociación en materia de seguridad, un marco general de gobernanza y otro sobre energía nuclear. A muchos efectos, es irrelevante que los británicos ya no pertenezcan al club europeo, seguimos estrechamente ligados.

Y España…

Trabajosamente y sin esquivar ninguna de las consecuencias de la guerra ni de la crisis y sin ser ni un país en una situación ideal ni el infierno que proponen otros, ahí anda España. Algunos rasgos diferenciadores, como la agenda política europea más ambiciosa contra las desigualdades y a favor de la protección social y la menor dependencia del gas ruso le permiten, al menos, sacar la cabeza y poder otear el horizonte. Las predicciones económicas no son halagüeñas: la OCDE rebaja sus propias cifras de crecimiento del 2,2% al 1,5%, muy alejado del 2,7% que ha utilizado el Gobierno para confeccionar los Presupuestos. Sin embargo, otros datos avanzan positivamente: ya sólo hay un 16% de contratos temporales y se vaticina la creación de 100.000 empleos en octubre. La reforma laboral funciona. El impulso de la excepción ibérica para topar el coste del gas que se utiliza en la generación eléctrica, también. Va a ser implantado por la UE en todo el territorio. Incluso el gravamen extraordinario a bancos y energéticas, pese a las críticas en casa, se corresponde exactamente con el modelo que aplican los países de nuestro entorno. Tampoco debería costar mucho reconocer las cosas que se hacen bien.

Otros asuntos abonan la incertidumbre: el inexistente pacto de rentas, la deuda pública disparada -básicamente porque es imposible conciliar austeridad y protección social en tiempos de crisis- y el riesgo para familias, empresas e instituciones por la subida de los tipos de interés. Y sumen la exclusión social, en cifras inaceptables.

Por lo demás, en España, con serias opciones de que el Parlamento apruebe los terceros Presupuestos de la legislatura, no se respira la inestabilidad de Francia, Italia o Reino Unido. La coalición de izquierdas está resistiendo, aunque el paso por la Cámara será otra prueba de estrés para la opinión pública por los necesarios votos de los independentistas. Con dificultades, con las mismas incertidumbres que los demás, pero España camina razonablemente en un contexto imposible. Ya veremos cómo evoluciona el enfermo global porque el crecimiento de las desigualdades, la inflación y los populismos colisionan con el estado del bienestar, es hito por el que tan orgullosos y encantados nos sentimos de ser europeos.

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