Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

AR ¡arrg!

EL ladino y cínico director de Primera plana que encarnaba Walter Matthau se nos antojaba el espejo esperpéntico de un periodismo impreso amarillo chillón. Pináculo de una época en la que el papel se vendía a viva voz y en la que el rigor era un ingrediente prescindible para muchos profesionales, autoridades y lectores. Todo era una broma de Dios. Aquella película era una acertada, y mejorada, revisión de Luna de papel, que muchos escribidores de noticias tenemos como guasón manual y antimanual de ética. "... Pero nunca se case con un periodista", recomendaba vehementemente Matthau a Susan Sarandon.

Lo de encerrar a un fugado condenado a muerte en un escritorio era una hipérbole que en estos tiempos catódicos y twitteros se convierte en lo más normal del mundo. Los redactores de El programa de Ana Rosa han trabajado lo suyo para que una persona disminuida psíquica como Isabel García, la mujer de Santiago del Valle, declarara su explosiva confesión contra su marido, imputado por la muerte de la pequeña Mari Luz. AR, argh, se ha apuntado un primicia sabrosa, pero la ha conseguido con artes discutibles, estilo dudoso y a costa de una auténtica desdichada. En el matinal de Telecinco pueden celebrar este pelotazo, porque en estos tiempos los cadáveres y las víctimas cuestan menos que una décima de audiencia, pero, sinceramente, no es un asunto para estar orgullosos.

Lo preocupante está por llegar. Los magacines tienen las puertas abiertas para ejercer de oficio como fiscales y conseguir pruebas a cualquier precio. Hubo un tiempo en que la televisión, y sus espectadores, ocupaban el papel de la policía en buscar a desaparecidos. Ahora toca hacer de interrogadores. Y con las confesiones llenar horas y horas de mañanas, tardes y noches de luxes. Ya no hacen falta periodistas. Ahora se necesitan ayudantes del de Miénteme.

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