LA tarta aeronáutica es troceada por el mundo en detrimento de las euforias europeas, incluidas las relativas al futuro del horizonte industrial de Sevilla. Airbus ha pactado la transferencia de parte de su producción a China, no en vano el gigante asiático se convierte en su principal cliente. Esas concesiones tienen lugar en plena crisis de resultados y empleos en Europa por los retrasos en la construcción del nuevo avión comercial A380, factores que, en cadena, han ralentizado el proceso de producción del A400M, el avión de transporte militar europeo cuyo ensamblaje está asignado a Sevilla. En ese contexto, EADS y Dassault dan prioridad a instalar fábricas en países que gravitan en la órbita del dólar, por ser una moneda más depreciada que el euro, nuestra fortaleza monetaria nos perjudica para exportar. La toma de decisiones sigue teniendo marchamo europeo en apariencia, pero las grandes compañías actúan en función de sus cuentas de resultados y globalizan sus estrategias, seguirán diciendo que son fabricantes europeos de aviones aunque su construcción se realice total o parcialmente en América y en Asia.

Estos importantes cambios en la estrategia de la industria aeronáutica, sometida a las tensiones de la globalización y al uso preferencial del dólar en Asia como moneda de referencia, achican la perspectiva a largo plazo de la economía sevillana. La aspiración en Tablada, en San Pablo y en La Rinconada no es sólo consolidar el rol de ensambladores de aviones, sino sobre todo elevar nuestra capacidad de fabricar elementos tecnológicos de las aeronaves. Haberla hayla, con magníficos profesionales, pero es justo y necesario el reto de acercarnos a los niveles de tecnificación, innovación y carga de trabajo habituales en Francia, Alemania y Reino Unido, es ahí donde se garantiza la condición de imprescindible dentro del sector. Por el momento nos salvamos de los recortes. Que despegue pronto desde Sevilla el primer A400M, nos haría mucho bien.