FINALES de 2019 o primeros meses de 2020. Las fechas que baraja el Observatorio Económico de Andalucía (OEA) para que los habitantes de la comunidad autónoma recuperen la renta per cápita que manejaban antes del comienzo de la crisis en 2008, siempre que los niveles de crecimiento se mantengan en las estimaciones actuales. Una vez más la región da muestras de su secular atraso. La Eurozona conseguirá ponerse al día este mismo año y el cálculo para España es mediados de 2018. El diagnóstico del OEA para justificar este desequilibrio incide en los problemas tradicionales que aquejan a la economía andaluza. El elevado peso de unas administraciones públicas, incapaces de curar su exceso de burocracia. Un tejido empresarial pequeño y pendiente de las subvenciones, lo que denota su fragilidad. Basta un dato, en Andalucía se crearon el pasado mes de marzo 1.640 nuevas sociedades, casi un tercio de ellas en Málaga. El capital social suscrito como media por cada una de las firmas no superó ni los 38.000 euros. Pero todas las evidencias negativas se sintetizan en un modelo productivo "antiguo y deficiente", a juicio de los autores del informe del observatorio. Una radiografía que seguramente comparten los responsables del Gobierno andaluz. Ya en julio de 2014 la presidenta, Susana Díaz, aprobó con solemnidad un nuevo Plan Económico con una posible dotación de 45.000 millones de euros que debería recuperar el empleo perdido durante la crisis y "reorientar el modelo productivo". Hace apenas unas semanas, el consejero de Empleo anunciaba su intención de conseguir en cuatro años que el peso de la producción industrial y tecnológica en el PIB andaluz creciera diez puntos sobre el 13% actual. Pero la realidad es que la economía andaluza ha mejorado gracias al consumo interior y la burbuja que vive el sector turístico. La captación de nuevas inversiones es insuficiente y la internacionalización la gran asignatura pendiente del tejido empresarial.