Valor añadido

Carmen Calleja

Andorra y la fusión de las cajas

HACE unos días ha fallecido el arzobispo emérito de la Seo de Urgell, copríncipe que fue de Andorra. Andorra es un pequeño país, quince veces menor que la provincia de Cádiz, que por razones históricas se gobernaba por dos copríncipes: el rey de Francia y el conde de Urgel, sucedido luego éste en esa dignidad por el arzobispo de Urgel. Obviamente el lugar del rey de Francia lo ocupa hoy el presidente de esa República. Así llegaron las cosas hasta 1993 en que, gracias en mayor medida al obispo ahora fallecido que al presidente francés, se aprueba una Constitución que reconoce la soberanía de Andorra y establece un régimen democrático, aunque se mantienen los dos copríncipes, como Jefatura del Estado, ahora parlamentaria y ya no autocrática.

Años atrás hubo el intento de incluir a Andorra en la soberanía de España a cambio de hacer lo propio con el valle de Arán bajo soberanía francesa. Esta solución, que pretendía convertir la cuerda o cresta de los Pirineos en la divisoria fronteriza, no gustaba a los andorranos. Porque los ciudadanos de ese país querían mantener la relativa independencia que tenían como consecuencia de que compartieran la soberanía sobre su país dos copríncipes que no siempre se ponían de acuerdo, sobre todo porque uno no era un Estado, sino el obispo de Urgel. Como consecuencia, Andorra no fue incorporada a ninguna de los dos Estados vecinos.

Puede parecer paradójico que la constitución de 1993 mantenga los dos copríncipes, ninguno andorrano. Les ha ido bien con ello, como hemos visto. Aunque no les sale gratis.

En el actual presupuesto andorrano hay dos partidas de seiscientos cincuenta mil euros cada una, para cada copríncipe. El francés viene destinando su sueldo a obras sociales en Andorra. El arzobispo de la Seo de Urgel lo recibe y no lo destina a nada en Andorra. ¿Otra paradoja?

El caso andorrano nos puede hacer relativizar las cosas, además de ayudarnos a ver que a veces los objetivos se consiguen antes sin líneas rectas. Ni el minúsculo tamaño, ni los escasos veintitrés mil ciudadanos, excluyen necesariamente la soberanía. En España, donde algunos siempre temen una ruptura catastrófica, estos ejemplos deben cambiar el miedo al apocalipsis por el pragmatismo.

También sirve para entender otras cosas: tal vez convenga que en el actual proceso de fusión de Cajasur con Unicaja haya que reservar un estatus singular al Cabildo catedralicio de Córdoba, como exige éste, para que la fusión sea más rápida. Aunque cueste dinero.

Por muy paradójico que resulte que a la jerarquía eclesiástica quiera mantener funciones tan alejadas de lo pastoral como ser copríncipe de Andorra o consejeros en una entidad financiera.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios