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Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

Anestesiar el río

ADEMÁS de sabernos matar muy bien, los españoles atesoramos dos defectos trasversales: la ignorancia del Corán y de las leyes de la naturaleza. Después de varios días de fuerte Levante, la arena de la duna ha soterrado la carretera que lleva al faro de Trafalgar, un fenómeno interpretado como una plaga de Egipto. Pero es normal, si alguien construye una carretera sobre un tómbolo vivo, como es el caso, lo natural es que se lleve la mitad del tiempo enterrada bajo la arena. Hubiera bastado que los apocalípticos echasen su vista unos grados al sur para comprobar que en la playa cercana, la de Los Caños, la arena ha vuelto a cubrir una amplia superficie. Los depósitos que habían desaparecido después de un fuerte temporal de viento sur vuelven a emerger. El mismo Levante que ciega la carretera recupera la playa.

La mayoría de los españoles conciben la naturaleza como un simple dispositivo eléctrico, capaz de anular o enfurecer sus leyes mediante el pulsado de un interruptor. Según esta teoría, ampliamente extendida, un río es una tubería enterrada en un cauce cuyo flujo se controla desde las compuertas de unas presas. Fruto de esta imbecilidad es el concepto de caudal ecológico, supuestamente el torrente de agua que necesita un río para estar vivo, como si la naturaleza hubiera descartado inundar terrenos más allá de sus alamedas. Más popular aún es el lamento por el agua que un río tira al mar. Sin comentarios. A estudiar.

El Consejo de Estado ha dictaminado lo inevitable: que la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) del año 2003 sobre la profundización del cauce del río Guadalquivir sigue en vigor, lo que obliga al Puerto de Sevilla a corregir el impacto del dragado antes de ejecutarlo. Para ello, deberá asegurar que las márgenes están protegidas, que Doñana no quedará afectada y, además, deberá contar con el informe técnico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que insiste -vaya, hombre- en concebir el río como una gran cuenca que desemboca en un estuario excepcional amenazado por un exceso de regulación. Este dictamen es la puntilla al proyecto de profundización del río, de no ser que la Autoridad del Puerto de Sevilla cuente con fondos suficientes para acometer lo que implica la DIA. Se los puede solicitar a los puertos de Cádiz y de Huelva, que seguro que colaboran. Este dragado es contrario al río, pero sus defensores aún tienen una solución: anestesiarlo para convertirlo en un duro canal, sometido a la inacción de las leyes.

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