Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Angela cumple 10 años

CON Hollande con la cuchara entregada y con Cameron en su espléndido aislamiento algo provinciano, Angela Merkel se ha erigido, con la consistencia de un motor Perkins en un Mercedes clásico, en la incontestable auctoritas de la Europa comunitaria. Con ella, a muchos nos ha sucedido como con aquella señorita o profesor que temíamos y odiábamos por su inflexibilidad y férrea disciplina: con el paso del tiempo, hemos acabado comprendiendo y agradeciendo lo que entonces nos parecía pura maldad. Puede que, en esta indulgencia metamórfica, el paso de los años ayude, así como, en mi caso, una tendencia a apoyar en buena medida a quien gobierna, independientemente de su signo político (¿patriotismo o debilidad crítica?) Sea como que sea, ella gobierna en todo el continente hasta los límites del oso ruso. Y cumple diez años desde que empezó a hacerlo. En este tiempo, aparte de su liderazgo tranquilo y coriáceo, hay que reconocerle haber acertado en la crisis de la deuda, en la que se enfrentó a halcones internos que hubieran mandado a los pigs a la serie B de la UE y al euro moreno, la divisa subalterna. Ella más que nadie salvó al euro. Y en la guerra de Ucrania -llamada ahora "crisis"- no fue sino Merkel quien reafirmó su comandancia y tuvo los redaños para amenazar e incluso sancionar a los rusos, quizá finiquitando el problema cuando parecía engangrenado.

Ahora, en una crisis de naturaleza insospechada pero no menor que las anteriores, la llegada de cientos de miles de inmigrantes a la Europa prometida, de nuevo es la Alemania de Merkel quien asume el rol principal, que los subalternos aceptan, y sin duda agradecen en su atribulación: bastante tienen Rajoy o Renzi con lo que tienen en casa. En estos momentos, Angela Merkel es indispensable. Ahora afronta el deseo de más de dos millones de desgraciados de instalarse en la, para ellos, edénica Alemania. También afronta a los no pocos anti-inmigrantes alemanes que tienen la vena del cuello muy inflamada, aunque Merkel fue capaz de ser tosca en su sinceridad al decirle a una niña refugiada -cuatro años refugiada, educada y atendida sanitariamente- que no todos podrían quedarse, haciendo con ello llorar a la pequeña. Todo, en el fondo muy alemán. Previsible, fiable, ajeno a numeritos (con permiso de Volkswagen). Ahora hace diez años que accedió al poder por los pelos... y mira. Tiempo suficiente para que apreciemos las de cal y las de arena.

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