Como agosto en Sevilla es una maravilla de calles vacías donde da gusto pasear, uno tenía querencia vacacional por julio, el mes que hoy arranca y que nos tiene sin vivir en sí por un rumor que crece como una ola en la pleamar, el de los rebrotes virásicos. Julio era el mes que elegíamos para coger las vacaciones, un mes que arrancaba con los sanfermines y que tenía en el Tour el mayor acopio informativo. Julio era el oasis huérfano de obligaciones y lo recordamos con nostalgia, sobre todo ahora que ya nada es como era. Este primer día de julio era un canto ilusionado con la mente puesta en la caminata matinal, en el baño de mediodía y en la cenita agradable con el entorno. Recuerdo de ver crecer a los hijos en la bajamar de las Tres Piedras, comprobar cómo el nieto iba ganando tallas en las arenas de Conil y esos veraneos norteños de rebequita en el lubricán. Qué tiempos.
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