Cobra virulencia la guerra que la Casa Grande mantiene con el automóvil y ya nadie podrá cuestionar que dicho vehículo sólo sirve en Sevilla para ir a Chipiona. Léase la playa de Regla como prototipo ancestral del destino estival del sevillano. Con la fiebre de ensanchar aceras a costa de la calzada, el coche en Sevilla tiene la misma utilidad que un bikini en San Petersburgo. Entre peatonalizaciones y remodelaciones viarias, el automóvil no tiene sentido, ya que a los atascos por la esclerotización vial se une la falta de sitios donde dejarlo. Los atascos en la ronda histórica son memorables y el estrechamiento de calzadas continúa a un ritmo febril. Lo último está siendo Canalejas y más reciente aún Baños, que pierde las tres o cuatro plazas que mantenía esquina a San Vicente. Qué habrá hecho mal el automovilista para ser acosado de aquesta manera, ¿qué?
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