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Arriba y abajo

'Arriba y abajo' podría titularse la visita al Espacio Santa Clara. Ortodoxia y heterodoxia. Orden y caos. Pompas regias y de jabón

Hubo una serie (casi) mítica de la BBC que en un impecable estilo de narración victoriana contaba la vida de una gran casa de Londres habitada por sus propietarios, la familia Bellamy, en la planta de arriba y la servidumbre en la de abajo. Además de amores y rencores la serie servía para dar un repaso a las tres primeras décadas del siglo XX con la Gran Guerra o el crack del 29 como terremotos que sacudían a todos.

Arriba y abajo como metáfora, en este caso de muy distinto sentido, podría titularse la visita al Espacio Santa Clara estos días. Mientras una muy buena parte de este bellísimo complejo se anda restaurando, la zona abierta hace años plantea una encantadora doble visión de la vida y de la Historia con sus dos últimas exposiciones. Ortodoxia y heterodoxia. Orden y caos. Pompas regias y pompas de jabón con purpurina. En la planta baja, la magnífica exposición sobre Alfonso X que se inauguró en noviembre como colofón al octavo centenario de su muerte, con esa pátina melancólica y hasta reverencial que tienen los objetos antiguos, los legajos guardados, el tiempo teñido de amarillo: el ataúd de Fernando III, un tomo de la Biblia de Pedro de Pamplona. Bendito y nunca suficientemente agradecido el desvelo responsable de los archiveros. Una exposición que enseña sin abrumar, que cuenta sin soberbia. Al salir se siente el peso y el paso del pasado sobre los hombros y en los pies que pisan los suelos del que fuera convento de Clarisas.

Y arriba, en la tercera planta, la melancolía se pone mechones rosas, hombreras descomunales y plataformas de charol. Porque, aunque Carlos Berlanga no vistiera exactamente como Bowie en sus momentos más salvajes, el tiempo que le cuenta, el tiempo que nos cuenta la exposición que lleva su nombre, es el paradigma de una España que se puso moderna y se tomó la revancha después de tantos años de miedo y de pacata vergüenza. Es una muestra sobre el músico y artista comisariada por otro inclasificable, Pablo Sycet, quien fuera su amigo incondicional en vida y es el guardián de su memoria y su obra después de su temprana muerte en 2002. Esta expo permite sentir el pulso de Berlanga, sus pinturas y sus discos, su voz en aquel programa -La edad de oro- cuando la televisión pensaba menos en los shares y más en los riesgos sin miedo. Hay cosas suyas y de otros, pintores como Pérez Villalta, cineastas como Pedro Almodóvar, genialidades y extravagancias, trazos siniestros y paisajes casi naif.

Arriba. Abajo. En Santa Clara. Maravillosa convivencia entre la lentejuela y el legajo. Al salir el visitante se siente 800 años más sabio, 800 años más moderno. Sin fisuras. Como es la vida cuando se vive sin prejuicios ni complejos.

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