Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Ayudándonos a buscar la ciudad perdida

El futuro hay que dejarlo para las cabezas bien amuebladas y no para las atestadas de cachivaches inservibles

Brotan hasta florecer en estos días las consultas a los expertos sobre qué hacer -aunque sería conveniente preguntar y proponer qué ir haciendo ya- cuando todo esto pase -o mientras está pasando-. Es lógico. En medio de estas turbulencias que nos zarandean y nos empujan de la confusión a la incertidumbre hasta dejarnos grogui hay que preguntar a los que saben, a quienes tienen acreditada su valía profesional por méritos propios y no por el marketing ni la publicidad y mucho menos por el muy extendido postureo escaparatista, personas cuyo conocimiento especializado está contrastado y cuenta con el aval de una trayectoria diaria, tenaz y silenciosa, alejada de la feria de las vanidades y del aplauso facilón, barato y cobista. Como materia de estudio, es preferible dejar el futuro para las cabezas bien amuebladas y no para las de mercachifles que la tienen atestada de cachivaches inservibles que logran vender con sus trapazas. Son aquéllas las personas más idóneas para enseñarnos a diferenciar entre lo esencial y lo superficial, entre lo nutritivo y lo tóxico. Son las que pueden mostrarnos, o al menos apuntarnos, unas líneas maestras para enfrentarnos a una realidad incómoda y desapacible con determinación y valentía. No es el momento de dejarse intimidar por la indignación de salón (y de balcón) ni por el embuste en masa. Se requiere una frialdad alejada del apasionamiento y el sentimentalismo que tanto están dañando al debate de la cosa pública, dominado por la demagogia de las emociones.

Pero los llamados expertos no tienen asegurada porque sí una buena prensa. Su imagen ha sufrido un deterioro que recuerda al de los llamados intelectuales, unas veces causado por mano ajena pero otras por la propia. La sociedad ha quedado escarmentada de esa élite tecnócrata que, desvalorizando su independencia y en clara colusión con el Gobierno de turno, se ha instalado durante temporadas junto a los abrevaderos del poder. A esos mejor no consultarle nada: el experto que mejor sirve a un Gobierno suele ser el experto que miente.

Así que ahí andamos. Pidiendo enseñanza a los que consideramos más solventes para que nos apunten el foco en una dirección, si no la correcta, al menos no equivocada. Lo cual ya es bastante. No hace falta que nos indiquen un atajo para reencontrarnos con la ciudad -versión mejorada- que hemos perdido. Quizás haya que transitar por un largo y tortuoso camino. Tampoco hay que correr ni acortar para llegar cuanto antes si al final vamos a hacerlo a nuestra ciudad en ruinas, irrecuperable.

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