ANTES de sus encuentros se ducha con agua fría. Como si quisiera congelar todo lo bien aprendido hasta ese momento. Como si el agua glacial cuajase su ser en el interior de sus poros. Una ducha de agua fría cual faja invisible que sostenga su propia esencia. Agua fría para helar hasta los pensamientos. Ahí, se detiene el mundo de todos para introducirse en su otro mundo. Su cabeza es precisamente una de las partes de su cuerpo más admiradas. Pero a él le relaja. Antes de saltar al terreno de juego prefiere estar solo en el vestuario escuchando la música favorita de su Ipod, la que él cree que para ese día le vaya a inyectar la dosis de concentración y ánimo idóneo para acabar con el rival. El contrario no es un hombre sino un reto personal. Podría darle lo mismo enfrentarse a uno que a otro que le pusieran delante porque cada movimiento es uno.

Nunca sale antes que su contrincante. Tan sólo, una excepción: Federer. No se sabe por qué. Su ritual sigue en la pista cuando coloca las bolsas de deporte en el lado izquierdo del banco. Coloca las toallas perfectamente dobladas por la mitad y una la pone en el asiento para su raqueta. Es tan meticuloso en esta operación que parece que estuviera sentado a la raqueta como a una mamá a su bebé. Siempre en la misma posición y con movimientos dictados por una coreografía. Una vez sentado él pone dos botellas de agua, una fría y otra templada, entre sus pies. Las letras de ambas botellas han de estar mirando hacia la cancha, perfectamente alineadas, entre su pie derecho y el izquierdo. Dos sorbitos del agua templada seguidos por otros dos de la fría. Nunca pisa una raya cuando sale a la pista, por eso entra a la arena dando tres saltitos y dos más antes de tirar.

Desespera a los contrincantes cuando consume diez y nueve de los veinte segundos permitidos por el reglamento antes de sacar. Algunos jugadores han interpuesto quejas al juez de línea pero él nunca se ha pasado del tiempo reglamentario, por lo que no ha recibido una sanción. Tiempo que utiliza para elegir la bola, desechar las que tienen pelitos e introducir en el bolsillo derecho la que le ha gustado. Dos rebotes con la raqueta y se coloca tras las orejas su melena sujeta por la frente con una cinta ancha.

Antes de iniciar el juego lleva su mano derecha hasta su trasero para estirar la gomilla de su calzoncillo. Después de cada intercambio pide la toalla para secarse primero el brazo derecho, el izquierdo y al final la cara. Terminada la ceremonia dispara a más de doscientos kilómetros por hora la pelota hasta convertirse en el mejor de mundo y quizás el mejor de la historia. Tiene 24 años, duerme con la luz encendida porque teme la oscuridad y su madre le riñe por dejar la habitación desordenada. ¿Quién es? Rafa Nadal.

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