La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Banderas: la vida o la piedra

¿Cuál es la autenticidad de un espacio, su estar habitado o el rigor arqueológico sumado a la explotación turística?

El pasado 26 de abril, entrevistado por Juan Parejo, decía el alcaide del Alcázar: "Estamos conversando con Hacienda para llegar a un acuerdo y comprar las casas 7 y 8. Hay otras casas que están desocupadas y también hablamos a más largo plazo, por si podemos llegar a un acuerdo global... Queremos un Patio de Banderas con una componente patrimonial importante de visitas y otra de posibles servicios complementarios. Necesitamos para la visita general una sala de audiovisual, de difusión, pedagógica, que haya taquillas, etcétera".

La compra de las casas ya se ha cerrado. Suficientemente demostrado el carácter riguroso del alcaide tras sus casi tres décadas como director del IAPH es de esperarse que todo será para bien. Pero… ¿Y la vida? Los vecinos más viejos del barrio -y yo lo fui entre 1963 y 1965 para regresar definitivamente a él en 1982- hemos conocido el Patio de Banderas con la mayoría de las casas habitadas, como lo estaban todas las del barrio, y con niños jugando al fútbol en su gran centro de albero. Era el Patio de Banderas como el punto central de una especie de circuito cerrado de juegos que iba de él a la plaza de Doña Elvira por el pasadizo de la vieja judería calle Vida y de esta a la plaza de la Alianza para volver al Patio de Banderas por la entonces recién abierta calle dedicada a Joaquín Romero Murube. Jugué en esas calles y plazas y en el Patio de Banderas -como todos los niños del barrio- en los primeros 60 y mis hijos lo hicieron a finales de los 80 y principios de los 90.

Nostalgias, recuerdos, cosas personales… Cierto. Pero que tienen que ver con la vida. Lo importante no es lo que allí se hacía en el pasado sino lo que se fue dejando de hacer. Existe el concepto de la vida cotidiana como patrimonio cultural. Y es conocida la dificultad -sobre todo tras la explosión del turismo de masas- de conciliar ese patrimonio de la vida cotidiana con el histórico y monumental cuando coexisten en un mismo lugar. Pierde siempre el primero en favor del segundo, unidos el rigor en la recuperación de restos ocultos por el uso y su explotación turística. A veces es difícil decidir qué sea lo auténtico, si la recuperación de cuantas huellas de la historia haya o lo que el tiempo y la vida le hayan ido superponiendo, si su estar habitado o el rigor arqueológico que no se olvida de la explotación turística, si la vida o la piedra.

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