
Las dos orillas
José Joaquín León
Política internacional
Ojo de pez
ANDA, resulta que hoy se celebra el Día de la Lectura en Andalucía, instaurado por la Junta en esta fecha ya que un 16 de diciembre vino al mundo Rafael Alberti y otro 16 de diciembre, el de 1927, se reunieron el mismo Alberti y otros amigos en el Ateneo de Sevilla para rendir homenaje a Góngora. De entrada, resulta triste, por no decir terrible, que haya que dedicar un día especial a algo que cada cual debiera practicar según su costumbre, como ir al baño o viajar en autobús. ¿Es que acaso puede haber un día de la no lectura? ¿O será que aquí no leen ya ni los notarios y conviene señalar un lunes en el calendario para hacer el paripé? Según los mandamases de PISA y la OCDE, los españoles adultos tienen serios problemas para entender el prospecto de cualquier medicamento, así que para los andaluces leer la hoja parroquial a palo seco, sin Piedra de Rosetta, debe resultar tan difícil como añadir un octavo punto al Tractatus de Wittgenstein. Uno encima se dedica a escribir artículos como éste con la esperanza de que los lea alguien, pero si la Junta tiene que instaurar un día oficial me temo lo peor. Luego, uno viaja a otras ciudades europeas, ve a todo el personal leyendo libros y periódicos en el metro como si les fuera la vida en ello y se le queda la cara de tonto. Pues claro.
Veamos. Es cierto que la crisis se ha dejado notar con especial inquina en el sector editorial, especialmente entre los libreros. Pero, según los indicadores, no es cierto que en Andalucía se lea ahora menos que hace unos años, aunque aún siga siendo poco. Las bibliotecas públicas han ganado usuarios y también han aparecido ciertos experimentos como plataformas de intercambios de libros, clubes de lectura y otros inventos que demuestran que, por más que les pese a algunos, existen inquietudes intelectuales entre la gente de a pie. Pero una cosa es que leer constituya, ciertamente, un deleite provechoso, y otra que no hacerlo signifique incurrir en no sé qué desprestigio, especialmente si hablamos del objeto de la lectura. Una grandísima parte de lo que se publica hoy en España es aburrido, pobre y además está mal escrito. Entre los autores más vendidos en la actualidad se encuentran Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban y David Bisbal, lo que resulta mucho más lamentable que la preferencia por no leer.
Mientras el fomento de la lectura siga sin promover la idea del placer natural que procura su ejercicio, aquí los (buenos) libros seguirán siendo cosa de señoritos. Pero sigue habiendo Albertis, Cernudas y Juanramones reducidos a estatuas de mármol por quienes creen que así honran su memoria.
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