La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Benditas bullas infantiles

Qué bien hacen los colegios llevando a los niños a ver los pasos y las sagradas imágenes en las iglesias

Hay bullas felices, colas que no importa guardar, apreturas que no molestan, incomodidades que vale la pena soportar. Porque, ya sea en la Semana de Pasión o en Semana Santa, todo depende del cómo, el quién y el porqué. Los prudentes (y jubilados, claro) escogemos estas mañanas de Pasión para visitar nuestros pasos evitando las muchedumbres y las colas multiplicadas por las (lógicas) interrupciones durante las celebraciones de las misas. Pero he aquí que nos encontramos colas y muchedumbres desde la media mañana. Hay excursiones, muchísimas excursiones. Pero sobre todo hay colegios visitando las iglesias para ver los pasos. Cientos y cientos de niños y adolescentes llevados por sus maestros. Y, se lo aseguro, estas son unas de esas bullas felices, de esas colas que no importa aguantar, de esas incomodidades que vale la pena soportar.

Algunas hermandades organizan turnos en los que hermanos voluntarios explican a los niños y jóvenes el sentido y la historia de lo que ven. Los profesores, además de guiarlos de iglesia en iglesia, los sientan para explicarles lo que sucede sobre los pasos -y hacen muy bien, porque la formación religiosa está como está- además de darles la necesaria información artística e histórica.

Da gusto ver a esta tropa feliz en torno a los pasos, abarrotando las iglesias. Feliz y bendita bulla infantil que de seguro agrada más que ninguna otra visita a quien "llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos".

Los vi, ayer, en San Juan de la Palma. Fui a las once de la mañana con prudencia de viejo que rehúye bullas y tiempo holgado de jubilado para ver sin apreturas mis dos poderosos pasos enfrentados y las dos miradas huyéndose. Pero al desembocar de Regina me encontré con una multitudinaria chavalería ante la ojiva, cola para entrar y un interior abarrotado. Profesores y jóvenes hermanos con sus medallas ordenaban, conducían, enseñaban, explicaban. Los niños miraban con limpio asombro los pasos siguiendo las explicaciones o dándoselas entre ellos con menos rigor, pero más imaginación. Qué bien hacen estos colegios llevando a los niños a ver los pasos y las sagradas imágenes en las iglesias. Qué lección práctica, próxima, cálida, de arte, de historia sagrada y sevillana, de vida y costumbres, reciben allí. Sí, hay bullas, colas y apreturas que merecen la pena.

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