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Bienvenidos a unas elecciones de 12 meses

2023 desemboca en las elecciones generales de diciembre, donde se decidirá si España afronta un cambio de ciclo político Pero la primera parada será en mayo, con las municipales y autonómicas

Pedro Sánchez saluda a Alberto Núñez Feijóo en el Palacio de la Moncloa.

Pedro Sánchez saluda a Alberto Núñez Feijóo en el Palacio de la Moncloa. / chema moya / efe

El año 2023 llega con varios panes electorales debajo del brazo. Tantos que, en realidad, son solo uno: la larga carrera de obstáculos y por etapas que nos llevará a las generales de diciembre, salvo sorpresa poco probable de elecciones anticipadas, queda inaugurada este mismo mes de enero. Lo que viene es un año netamente electoral en el que los partidos se juegan parte del saldo final en lo que ocurra el 28 de mayo, cuando se celebrarán las elecciones municipales en más de 8.000 municipios y las autonómicas en 12 comunidades. 2023 es, por lo tanto, un año grande para la política. Un año que desnudará a los líderes, examinará el estado de salud de los partidos, reconfigurará parcialmente los espacios políticos y dictaminará si el cuerpo electoral vota a favor de la salida social a la crisis económica o se decanta por el esencialismo patriótico. O lo que es lo mismo, sabremos si los españoles apoyan en las urnas las medidas económicas y sociales adoptadas por el gobierno de coalición y mira para otro lado respecto a los apoyos de Bildu y ERC o si opta por una enmienda a la totalidad y pese a aprobar el blindaje social frente a la pandemia y la inflación deciden que esas alianzas son kriptonita para España y que merecen un castigo electoral.

2022, el año que vivimos muy peligrosamente

Los 12 meses que pasaron han sido solo el preámbulo de un 2023 de infarto. Vimos un contundente triunfo político del PP con Juanma Moreno en Andalucía, el territorio donde el PSOE encadenaba sus mayorías y ponía y quitaba presidentes de la Moncloa. Alumbró el año pasado el primer Gobierno de coalición de PP y Vox en España con el acuerdo de Castilla y León. Hemos vivido una crisis con el Poder Judicial -aún no resuelta- que ha llevado al límite la estabilidad institucional y ha provocado una colisión crÍtica entre poderes del Estado que ha tenido parada y fonda en la decisión del TC de parar y evitar, por primera vez, un debate y una votación en una de las cámaras parlamentarias. El PP ha vivido una crisis profunda: en una obra coral bien ejecutada y con actores secundarios externos brillando en su papel, se apiolaron a Pablo Casado en un santiamén y auparon a Feijóo en otro. Se han aprobado leyes sobre las que ya pesa la amenaza de su derogación por parte del PP. Sánchez ha profundizado en su alianza con ERC y Bildu modificando leyes penales y socavando sus expectativas electorales a cambio de consolidar el Gobierno de coalición y sacar adelante sus terceros presupuestos. El Rey ha advertido en su mensaje navideño de la erosión de las instituciones. No ha sido un buen año. Y no hay motivos para que 2023 mejore. Como dijo Óscar Arias, "el progreso no es inevitable". Año interesante y trascendente que se va a jugar duro, sin cuartel. Las hostilidades están abiertas y declaradas. Estas son algunas claves.

Retener, pactar, gobernar

El PSOE se juega la presidencia de nueve autonomías y 22 capitales de provincia. Hoy es la primera fuerza política en votos y concejales (22.324 ediles). El PSOE tiene las alcaldías de 48 de las cien ciudades más pobladas de España frente a 23 del PP y cinco de Ciudadanos. Los socialistas gobiernan en 86 de las 145 ciudades de más de 50.000 habitantes. En cambio, el PP tiene más alcaldes (2.845) que el PSOE (2.707) aunque el número no implica relevancia. El PP tiene tres bastiones municipales en Madrid, Zaragoza y Málaga así como las comunidades de Madrid y Murcia y tratará de desbancar al PSOE en diez comunidades (Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja y Navarra) y Cantabria, donde gobierna con Revilla. Cada pieza cobrada incrementa o rebaja expectativas para las generales. El PP ganó las elecciones de mayo de 2015 y repitió triunfo en las generales seis meses después. El PSOE ganó las municipales y autonómicas de 2019 y meses después vencía en las generales. No es un automatismo, pero sí una pauta, una inercia indicativa y una baliza. Feijóo, opacando a Abascal, dijo recientemente que la moción de censura "real" a Sánchez será la de mayo. Se juega mucho el líder gallego en esa afirmación, a la que queda encadenado si el PSOE se impone. Si por el contrario el PP resulta vencedor del primer round del ciclo, los meses restantes se le van a hacer muy largos a Pedro Sánchez, aun disfrutando de la presidencia de turno de la UE, con la opinión pública mirando a Feijóo como presidente in pectore. Pero Sánchez se juega más: mantener o no en diciembre el primer gobierno progresista de coalición.

El bibloquismo desgasta

El PSOE ya ha sufrido su desgaste -aunque es acumulativo- por su política de alianzas. Primero por el acuerdo de Podemos, que fue única opción real que hubo para evitar unas terceras elecciones. Le ocasionó líos internos el partido y externos con muchos votantes y simpatizantes que deploran el aroma a radicalidad. También sigue pagando cada mes el recibo de los apoyos parlamentarios de independentistas y abertzales, que cotiza mucho peor entre sus propios simpatizantes y cargos públicos, especialmente tras los cambios en las leyes penales.

De Feijóo sabremos más tras las elecciones de mayo: alcanzar algunas alcaldías y comunidades va a depender directamente de sus pactos con Vox. El de Castilla y León lo vadeó con cierta habilidad porque estaba aterrizando en el liderazgo popular y más o menos vendió que dejaba hacer a Mañueco. Lo que ocurra ahora será obra suya, con un Abascal que ya no quiere migajas sino compartir el poder. Derecha+extrema derecha o izquierda+extrema izquierda. Esas son las sumas pendientes. O la restas, según se mire.

Reconfiguración de espacios

La mayoría de las encuestas publicadas, excepto la del CIS, le concede ventaja electoral a Feijóo. Y en algunos casos, mayoría absoluta sumando con Vox. El líder popular compite por primera vez fuera de su territorio, una Galicia donde disfrutaba de un blindaje casi natural y obtenía mayorías absolutas cómodas. Y lo hará frente a Sánchez, que tiene su imagen y valoración muy tocadas pero cuya capacidad de resiliencia es bíblica. Cantarle el gorigori antes de tiempo suele ofrecer pésimos resultados.

Uno de los elementos singulares de este año electoral y con incidencia directísima en las posibilidades de gobernar de PSOE y PP es que se va producir una reconfiguración parcial de los espacios a derecha e izquierda.

Arrimadas, cuando el cisne canta

Ciudadanos anda enredado incluso en el previsible momento de desaparecer de la política nacional, como vienen vaticinando los sondeos y como se ha ido anticipando en las últimas convocatorias electorales. En el momento cumbre del canto del cisne Edmundo Bal e Inés Arrimadas, que está ejecutando su última pieza política salvo que se enrole en otro proyecto político de la oferta existente en el mercado, están en bandos enfrentados, en listas diferentes para la suerte de primarias que celebrará el partido, y a la que concurre una tercera lista liderada por dos desconocidos militantes de la formación. Será de sumo interés comprobar cómo se mueven los votos de Cs hacia otros partidos. El paquete más importante de votantes - el 50%- se sitúa en la desmovilización: votos en blanco, indecisos o abstencionistas. El siguiente tramo, aproximadamente un tercio, de los votos que pierde Cs van a parar al PP. La transferencia final de votos así como los votos emitidos que no consolidan posiciones institucionales pero impiden a otros partidos obtenerlas y el juego de restos será determinante.

Yolanda, eternamente sumando

Igual de interesante resultará observar cómo se resuelve el dilema de candidata sin partido vs partido sin candidato que han de despejar la vicepresidenta Yolanda Díaz y Podemos. Históricamente la fuerza del partido frente al candidato huérfano se imponía. No es tan seguro que en estos tiempos funcionen las mismas inercias. En alguna encuesta Díaz ha llegado a tener unas expectativas de hasta 57 escaños. Es la mejor candidata de ese ámbito -en general las encuestas la sitúan como la política más valorada de España-, pero quiere un proyecto que no esté bajo el control de Podemos, más abierto y plural y aún no ha dicho oficialmente si se presenta o no como candidata. Podemos no le perdona lo que considera una traición a quienes la han hecho ministra, como recuerda Pablo Iglesias sin disimulo y nebulizando vitriolo. Las descalificaciones y las discrepancias han llegado lejos. Del acto de Valencia, con Mónica Oltra (Compromís), Ada Colau (Barcelona en Comú) y Mónica García (Más Madrid) y sin Irene Montero ni Belarra invitadas se sacan conclusiones directas sobre quiénes son sus compañeros preferentes de viaje. Lo que ocurra en esta orilla será determinante para la poder reeditar un gobierno de izquierdas.

Cataluña, vuelta al lío

La política catalana va a seguir condicionando de alguna manera la política nacional. ERC, en otra vuelta de tuerca, ha colocado la celebración de un referéndum de independencia como condición previa a futuros acuerdos con el PSOE, que no podrá ceder ni legal ni políticamente a tal pretensión. Es un callejón sin salida que deshilachará una parte sustancial e indispensable de los apoyos parlamentarios socialistas en caso de que la aritmética sirviera a efectos de reeditar los acuerdos de la legislatura en curso. ERC y Junts han colisionado frontalmente y van a someter a examen su poderío en las municipales de mayo. Los indultos y los cambios del Código Penal son los argumentos de mayor peso político del PP contra Pedro Sánchez, por lo que cualquier aleteo de la mariposa catalana llegará huracanado a Madrid. Si la mariposa se llama Puigdemont regresando a España y emulando a Tarradellas -aunque aquel president volvía de 39 años de exilio por una dictadura- el PSOE puede empezar a hacer control de daños.

Economía: incertidumbre total

Cualquier variable política en 2023 se verá alterada, modificada y perjudicada/favorecida por la marcha de la economía. Las amenazas globales siguen en pie. Los expertos apuntan a que el PIB global estará en el entorno del 2,2% y consideran que el mix de inflación, la debilitación de la economía china y sus consecuencias en el conjunto de la economía global, la guerra en Ucrania de pronóstico incierto, las crisis de precios de la energía y las materias primas y la subida del precio del dinero (en la UE ha subido del 0% en julio al 2,5% de diciembre) sumado a los supuestos estertores de la Pandemia que aún no permite sacar la bandera verde es un escenario con muchas posibilidades de acabar en una recesión global.

De momento España ha salvado ese riesgo en 2022 y ha terminado el año con la inflación más baja de la UE -5,8%-, reduciéndola a la mitad respecto al mes de julio. El Gobierno es optimista en sus expectativas de crecimiento y va a mantener abierto el grifo de las ayudas, del que ya han salido 45.000 millones de euros. España se ha anotado un buen tanto en materia de empleo: la fortaleza y el dinamismo del mercado laboral es un hecho: el país lleva nueve meses consecutivos con más de 20 millones de afiliados a la Seguridad Social, un registro histórico que alcanza datos que no veíamos hace 15 años. Y anotemos también la reducción de la deuda, aunque continúa en niveles insostenibles. Sin embargo, estos datos no suponen un blindaje en un escenario imprevisible. Serán doce meses complicados hasta llegar a las elecciones generales de diciembre

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