Fue como casi siempre, era domingo y la corrida de Miura le daba el pase de la firma a la de Bilbao, a esas Corridas Generales que tomaron el nombre de Aste Nagusia desde que surgió la ola de euskaldunización que campa en el País Vasco. Y la corrida en Bilbao no ha perdido enjundia, pero sí ha cambiado en algo muy triste, su poco poder de convocatoria. Ni un solo lleno en esos nueve días ininterrumpidos de buenos carteles, con casi todas las figuras en ellos, producen malas sensaciones. El toreo, tan atacado desde fuera como maltratado por dentro, atraviesa muy malos momentos y lo visto en Bilbao desvela que está tocado. No creo que el toque sea de muerte, claro que no, pero que necesita una catarsis para su restablecimiento es algo indudable. Desde abaratar sus costes a una promoción sin complejos, el abanico se abre para que tomen nota los llamados a ello.
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