PASA LA VIDA

Juan Luis / Pavón / Jlpavon@ Diariodesevilla.es

Cabalgata de bomberos

LA Cabalgata de Reyes es impresionante en Sevilla por el apabullante cúmulo de vitalidad que irradia tanto de los rostros de bebés deslumbrados como de ancianos de 90 años en sillas de ruedas a los que sus familiares meten en la bulla para que reciban la lluvia de caramelos. En su organización hay personas que realizan una labor encomiable, por lo general los que no pueden lucirse. Pero es un auténtico milagro que salga medianamente bien lo que acontece cada tarde-noche del 5 de enero. Porque a la Cabalgata casi nadie le echa cuenta, a caballo de retóricas y despreocupaciones, y ni en el Ateneo ni en el Ayuntamiento se toman en serio que se trata de la mayor concentración humana en la ciudad durante un mismo tramo horario. Que es para toda la ciudad y no sólo para allegados y compadres. Menos mal que Melchor, Gaspar y Baltasar, desde la Concejalía de Milagros, evitan que se rompa la gran ilusión. Y en lo que va de siglo les han obligado tres veces a emplearse a fondo.

El año 2008 ha vivido la Cabalgata de los bomberos. El Mago de la Fantasía del 2009 tiene que ser el bombero que desbloqueó la carroza donde hacía el ridículo Fran Fernández como concejal de Movilidad... inmovilizado. Ítem más, que todos los niños de la carroza Segurito, promovida por la Consejería de Empleo de la Junta para propagar la seguridad laboral y doméstica, sean hijos o sobrinos de los bomberos que el sábado no sólo salvaron a la Cabalgata, y con ella a la ciudad en fiestas (qué maravilloso júbilo se vivió en las avenidas Miraflores y Llanes, mal que faltaran muchos niños por la tardanza horaria del cortejo), sino a quienes pudieron sufrir un gravísimo accidente al chocar o manipular con la iluminación navideña y sus cables. No cabe mayor contraste entre la propaganda oficialista y la chapuza oficiada.

Toda la ciudad ha sido testigo de la monumental imprevisión. En un ayuntamiento serio, va de suyo identificar al irresponsable y destituirlo. Y un consejo: la Cabalgata, felizmente itinerante, tiene que adelantar su salida a las tres de la tarde. Esto no es la Madrugá.

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