¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Carretera y manta

Por cada pitido al ‘lo-lo-lo-lo’ que escuche tendré un recuerdo cariñoso a la memoria del Olentzero

Aficionados del Bilbao en la Plaza de la Virgen de los Reyes.

Aficionados del Bilbao en la Plaza de la Virgen de los Reyes. / José Ángel García

ESCRIBO estas líneas poco antes de emprender la huida a la playa. Objetivo: alejarme de la marabunta futbolera que ya está inundando la ciudad. Nada que objetar. Todas mis bendiciones a la celebración en Sevilla de la copa de football de S.M. el Rey. Una ciudad de camareros y kellys como Sevilla necesita de eventos con los que rellenar sus bares y pisos turísticos, para qué nos vamos a engañar. El otro día un estimado compañero (de verdad, sin ironía) escribió que Sevilla iba con el Athletic. No sé Sevilla, pero yo desde luego no. Debe ser que soy nacido en Tenerife y, por tanto, no gozo de esa clarividencia futbolística. A mí, picajoso que es uno, me ha molestado que en la fan zone del Bilbao (eufemismo cursilísimo con el que se nombra a los corrales donde se concentra a los hinchas) se exija a los meseros el conocimiento del vascuence (euskera, como dicen los políglotas). Eso y darle una patada en el culo a la muy numerosa comunidad de camareros sevillanos es lo mismo. Sinceramente, no creo que exista uno solo que domine esta vieja lengua tan manoseada y tergiversada por el nacionalismo. Yo voy con el Mallorca por varias razones. La primera, porque son la minoría a la que todo el mundo da por derrotada y eso dispara en mí un mecanismo lógico de solidaridad, como con los siux en las películas del Oeste. La segunda, porque de Mallorca es la tierra natal del compañero de páginas de opinión Eduardo Jordá (Ignacio F. Garmendia, de origen vizcaíno ya muy diluido por el mestizaje andalusí, me perdonará). Y la tercera, porque seguro que los mallorquines pitan menos el himno nacional que los hijos de Aitor, costumbre que me molesta más por la grosería que evidencia que por otra cosa (uno puede entender un amplio abanico de asuntos, pero no las faltas de educación con un anfitrión). Que Dios me perdone, pero por cada pitido al lo-lo-lo-lo que escuche (si es que enciendo la televisión) tendré un recuerdo cariñoso a la memoria del Olentzero .

Pero hay algo de la final que me disgusta profundamente, independientemente de quien la gane: ha distorsionado hasta hacerlo irreconoci ble el ambiente de gloriosa hinchazón que suele imperar en la ciudad el fin de semana entre Semana Santa y Feria. Unos días en los que el centro se anima, como en los viejos tiempos, con la masiva afluencia de nativos –especialmente de género femenino– haciendo sus compras para ese gran carnaval de primavera que llamamos Feria de Abril. Son los días de la búsqueda apresurada de trajes de gitana (flamenca, como dicen ahora), flores, chaquetas, zarcillos, zapatos, mantoncillos... Suele dar alegría esa explosión de consumismo cañí que este año quedará eclipsado por las masas futboleras. Y dicho esto, carretera y manta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »