LA legión de aficionados a la Semana Santa que se echan a las calles con su cámara fotográfica en ristre tienen desde hoy para encuadrar sus fotos de postal un obstáculo publicitario de los que el Ayuntamiento no puede retirar porque no impide el tránsito expedito de las cofradías. Son los carteles de venta o alquiler de pisos, de plantas enteras o incluso de edificios al completo. Cuando transcurran los años y le den un repaso a sus álbumes, si no tienen la fecha a la vista, la memoria fotográfica de su retina les dará rápido la respuesta: Semana Santa 2009. La del paisaje urbano más hipotecado por los carteles de una crisis que es penitencia por los pecados inmobiliarios de la sociedad en su conjunto. Unos más pecadores que otros, ciertamente.

La Campana, telón de fondo de la apoteosis cofrade retransmitida por televisión, abre la carrera oficial con las cofradías entrando desde el Duque. Si los cámaras enfocan en primer plano a los crucificados con las cartelas del inri sobre sus cabezas, los realizadores tendrán que cambiar de plano para que no aparezcan por detrás los tres carteles colocados hace más de siete meses para alquilar las plantas de oficinas en una esquina tan cotizada, en la que hasta hace dos años las empresas pugnaban por situarse.

Recorrer la Avenida de la Constitución desde la Puerta Jerez supone percibir con más nitidez los cartelones de alquiler o venta de muchos metros cuadrados de oficinas o pisos. Quedar con los allegados en la puerta de El Corte Inglés de San Pablo es toparse con el enorme rótulo en la fachada del edificio Cabo Persianas. Cogerse una buena esquina para esperar a Los Gitanos y ver su revirá de Verónica a Gallos es plantarse ante pisos a estrenar que hace tres meses estrenaron su nueva gama de carteles con rebajas de precio. Pero ni por esas.

Será una Semana Santa pletórica en un marco incomparable deslucido porque el paisanaje está tieso o arrugado como los carteles en los que han puesto un nombre que no quieren mirar.