Acción de gracias

Cernuda 120

Cernuda es un espejo para todas las edades. Es por eso que seguirá siendo actual, joven y eterno, como deseó siempre

Fue extraño ver el rostro de Cernuda estampado en una tote bag, una de esas bolsas de tela tan de moda, entre los detalles que se anunciaron del "museo vivo" que se abrirá en la casa natal del poeta en la calle Acetres, pero quizás era la prueba evidente de que el recuerdo del autor de Ocnos y La realidad y el deseo había vencido a la muerte, no habitaba el olvido. La atención que sigue suscitando Cernuda lo demuestra el éxito con el que se saldaron las jornadas que ha acogido esta semana, con motivo del 120 aniversario del escritor y sabiamente coordinadas por Antonio Rivero Taravillo, el Espacio Santa Clara, una cita que registró llenos y que coincidió uno de los días con Insaciable, el espectáculo que Lucía La Piñona presentaba en la Bienal y en el que se inspiraba en uno de los poemas del sevillano, No decía palabras. Él, que le hablaba A un poeta futuro y le confiaba en ese texto "Yo sé qué sentirás mi voz llegarte", que en A sus paisanos anotó aquello de "Si queréis / que ame todavía, devolvedme / al tiempo del amor. ¿Os es posible?", comprobaría con honda emoción que su palabra herida o celebratoria, siempre certera, sigue vigente y granjeándose devotos.

Tuve la fortuna de participar en una mesa de esos encuentros, y de contar como compañeros en ella a los admirados Luis Antonio de Villena y Victoria León. Ahí compartí con los asistentes un episodio de mi viaje, hace unas semanas, por California, cuando me acerqué al bloque de Santa Mónica en el que Cernuda residió ya en el tramo final de su vida, antes de que muriera en México. Yo observaba a los skaters con sus cuerpos perfectos, a unos metros de allí, en Venice Beach, esos jóvenes con algún parentesco sin duda con los dioses, y no podía evitar pensar en ese poema tristísimo -Despedida, de Desolación de la quimera- en el que un Cernuda que se siente ya anciano se despide de los muchachos a los que adoró. "A un lado", traza una barrera, "la juventud libre y risueña; a otro la vejez humillante e inhóspita". Admití entonces que igual que encontraba ecos de ese Cernuda niño fascinado con Bécquer, ese chaval que descubría en la música y "lo inusitado" el "poder mágico que consuela de la vida", una realidad con "algo alado y divino", o me identifiqué más tarde con aquel hombre enamorado, más joven, que dijo aquello de "Creí en ti, muchachillo", posiblemente la frase más reveladora de la confianza y la fe que supone amar a alguien, también me empezaba a vislumbrar en ese tipo maduro que añora en los muchachos una pureza, algo que él ha perdido. Cernuda es un espejo para todas las edades, depara nuevas lecturas en cada revisión. Es por eso, pese a los años que cumpla, que seguirá siendo actual: joven y eterno, exactamente como él deseó siempre.

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