La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez aguanta más que el telexto
TREMENDO es el predicamento que tiene la cocina del hambre, de qué manera se han puesto ricos tantos miembros del honrado gremio de hostelería mediante el cobro a precio sólo apto para ricos platos con los que los pobres mataban su hambre. Sólo falta ver cómo se abarrotan las barras y las terrazas en estas noches de mayo al conjuro de los caracoles, que ya sabemos que estamos en el mes en que afloran estos gasterópodos tras los fríos y las humedades invernales. Qué ricos los caracoles, pero hay que pararse a pensar en el hambre que tendría el primer desventurado que se vio obligado a comerse uno de estos babosos bichos. Y con lo fácil que es cogerlos, al precio que los cobran y la formidable demanda que el personal hace de ellos con el aditamento del vasito de caldo especiado y bien picante. Y como los caracoles, profusión de comidas para muy pobres cobradas a precios sólo aptos para muy ricos.
También te puede interesar