La batalla
La batalla
La gerente de la Antigua Abacería de San Lorenzo, un clásico de la hostelería reciente sevillana, Alejandra, recibió un tenedor amarillo por parte de Alberto Chicote, convirtiéndose así en el local de peor puntuación de la historia de Batalla de restaurantes, punto y pico. La baja calificación no fue por la valoración de Chicote sino por la negativa actitud de sus rivales, a lo que se añadió el punto de amonestación. Ese negativo debió ser general y a nadie le hubiera extrañado que la entrega de este martes se hubiera dado por anulada y destinar los 10.000 euros a una ONG.
La salsa de Batalla en restaurantes es el pique, el codazo, pero en Sevilla se cayó en una bronca exagerada y gratuita que perjudicó a todos. Está bien el picante de la ironía, la sña. Pero otra cosa es la destrucción del otro y, sobre todo, la falta de autocrítica. Confundir cualquier comentario con una humillación, con “sentirse pisoteado”, es lo que terminó agravando el comportamiento de los cuatro anfitriones-contrincantes.
Es un defecto grande no tener margen para reconocer los defectos. En la batalla sevillana, dedicada a las tapas, dolió el discreto nivel gastronómico y la falta de aspiración a tomar productos locales y convertirlos en recetas tradicionales o reinventadas, con cierto criterio. El pollo con curry o la pasta con tomate no pueden considerarse tapas y mucho menos escaparate de la gastronomía sevillana, andaluza.
En el Batalla de restaurantes de Sevilla no debió ganar nadie y perdió la imagen de la ciudad.
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