la tribuna

Manuel F. Sánchez Blanco

Cooperación frente a destrucción

ES sabido por la historia que los grandes pueblos conquistadores con sus caudillos al frente (por ejemplo, el macedonio Alejandro) lograron conformar sus imperios no solamente ganando batallas y guerras , sino que, una vez sucedido esto, integraban en sus estructuras organizativas todo lo aprovechable de las sociedades vencidas, incluidos sus hijos más sobresalientes en todos los campos del saber. Se iniciaba de esta forma, tras la invasión, un periodo de cooperación que resultaba vital para el mantenimiento y consolidación de lo conquistado. Aquellos otros que practicaron la destrucción total de los vencidos acabaron teniendo el mismo destino inexorablemente. Esta enseñanza de la historia está también en la naturaleza; les expondré a continuación una historia científica que corrobora lo anterior.

Esa lucha que usted mantiene contra las algas de su piscina, o de su cortina de baño, es una lucha contra el origen de todos los seres vivos, incluido usted mismo. Ellas están constituidas por bacterias verdes-azuladas, que consiguieron hace millones de años descomponer las moléculas de agua de los mares mediante la luz solar en sus componentes: hidrógeno y oxígeno. Tomaban el hidrógeno para la construcción de azúcares y otros hidratos de carbono y emitían al aire el oxígeno sobrante. Esta extracción del hidrógeno del agua, uno de los recursos más abundantes del planeta, constituyó un hito evolutivo extraordinario, con implicaciones de largo alcance para el desarrollo de la vida.

Pero este proceso conocido como la "fotosíntesis del oxígeno" provocó la presencia de este gas, altamente tóxico, que en poco tiempo saturó la atmósfera terrestre. Numerosas especies fueron eliminadas por completo. Así las cosas, las bacterias debían reaccionar rápidamente si querían que esa vida incipiente no desapareciera para siempre. De nuevo, nuestras bacterias verdes-azuladas se inventaron un sistema metabólico que consumía ese gas tóxico llamado oxígeno, mediante la respiración, que no es otra cosa que una combustión controlada. Se estaba preparando el escenario adecuado para la aparición de formas de vida más complejas.

Estos dos mecanismos complementarios (la generación de oxígeno libre y su absorción mediante la respiración) iban a regular la justa presencia del oxígeno en nuestra atmósfera: un 21%. Por debajo del 15% los organismos vivos no podrían respirar y morirían, por encima del 25% todo ardería arrasando la superficie del planeta. Además, se fue formando a lo largo de millones de años, una capa de ozono (O3) en la parte superior de la atmósfera, que desde entonces protege la vida sobre la tierra de los rayos ultravioletas solares.

La aparición de las células nucleadas (eucariotas) mucho más complejas que las bacterias fue el siguiente paso hacia forma de vidas superiores (hongos, plantas y animales). Ellas se convirtieron en sus componentes fundamentales; de ahí que J. Mosterín nos llame a los humanos república de células eucariotas. ¿Cómo aparecieron? Por evolución a través de una simbiosis de muchos años; es decir, por la cohabitación permanente de varias bacterias y organismos. Éstos, separados, se convirtieron en uno creándose así nuevas totalidades. Unas células invadieron a otras mayores que ellas y se reprodujeron en su interior, de aquellas "invasoras" unas fueron malvadas, destruyendo a sus anfitriones y muriendo ambos, pero otras fueron cooperantes hasta formar esas totalidades. Al respecto dice F. Capra que "¡la vida es mucho menos una lucha competitiva por la supervivencia, que el triunfo de la cooperación y la creatividad!

La ciencia, con su estudio de la naturaleza, y también el estudio de la historia, nos enseñan que las prácticas destructivas no funcionan a la larga, y que al final los agresores acaban por destruirse a sí mismos.

Hermosa lección que tendríamos que tener aprendida los individuos, los pueblos y las naciones para no seguir cometiendo tropelías los unos contra los otros. La misma lección trató de enseñarnos Jesús de Nazaret, pero tampoco le escuchamos. De esta forma, le damos la razón a W. Benjamín, que decía que la historia de la humanidad es la historia de un montón de cadáveres y crímenes, una montaña de escombros humanos. Ésta es la pavorosa visión de su Ángel de la Historia, cuando caminando hacia atrás ve nuestro pasado. Todo queda, pues, en nuestras manos (como siempre) para soñar un futuro utópico, para construir un futuro distinto, emulando a nuestras queridas algas verdes-azuladas.

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