María José Andrade Alonso

Periodista

Cosas buenas del toque de queda

La ciudad parece que se vuelve a encontrar con ella misma y también con lo que fue

Probablemente estarán pensando que estoy loca. Que cómo se me ocurre que pueda haber cosas buenas y positivas en esta situación de pandemia y de encierro que estamos viviendo desde hace ya más de un año.

Pues sí y una, que es "positiva compulsiva", siempre termina viendo el lado pragmático de las cosas, así que le pongo "al mal tiempo buena cara", e intento disfrutar del día a día de estos tiempos que parecen que, por fin, van a tener fin.

Ahora podemos salir a la calle, ir de tiendas, tomar una cerveza hasta la hora que nos marcan, eso sí, quedar con los amigos y visitar a la familia. Podemos hacer una vida medio normal e incluso tener la sensación de que no ha ocurrido nada y de que todo ha sido una terrible pesadilla.

Muchas son las madres que reconocen que el toque de queda les ha devuelto tranquilidad porque lo mejor es que sus hijos están en casa a las once en punto de la noche. Otros volvemos a retomar la vieja costumbre de pasear y descubrir nuestra ciudad, y algunos han podido comprobar, con sorpresa, que tenemos una provincia absolutamente desconocida y llena de matices únicos.

Dejar los pasos por la ciudad se ha convertido en una experiencia singular. Transitamos por calles casi desiertas y nos encontramos con un paisaje que, recuerden, hacía muchos años no teníamos.

Sevilla es un recorrido abierto en el que nos sentamos en un banco de la Plaza de la Virgen de los Reyes y en la que, arropados por el sonido de los pájaros y el agua que lanza la fuente, puedes disfrutar de un concierto de un virtuoso de la flauta, casi todos los días (aprovechen porque en cuanto se pueda viajar nuestro flautista se irá a recorrer el mundo).

Bajar por la calle Argote de Molina y encontrarte con una Giralda solitaria lo hemos convertido en todo un espectáculo que ampliamos cuando salimos por el Archivo de Indias y nos volvemos a sentar debajo del magnolio para escuchar tangos dedicados especialmente a ti y sólo a ti.

Sevilla se ha llenado de música, de ópera, de chelo, de olores. Se ha vaciado de hermandades en la calle, pero no de fe ni de alegría de Feria de Abril y de gente brindando con una jarra de rebujito en los bares reinventados.

La ciudad parece que se vuelve a encontrar con ella misma, y yo quiero pensar que también con lo que fue. Por eso espero que muchas de estas cosas no se olviden, porque parece que la vida familiar ha vuelto y que retomamos los viejos hábitos de buscar la salida en el laberinto del Real Alcázar de Sevilla.

Volvemos a asombrarnos cuando nos topamos con el Imperio Romano al divisar las columnas de la calle Mármoles y entramos en la oscura y acogedora Catedral. Nos extrañamos al encontrarnos con la plaza más bonita de Sevilla, y una de las más desconocida, la Plaza de Santa Isabel, y parece que entramos en un sueño cuando nos perdemos, a propósito, por la enigmática Judería.

¿Ven como no todo es malo?... Prueben a encontrar y encontrarse en la ciudad.

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