AMANECE arranque de puente vacacional por la consideración de Día de la Constitución. Treintaicuatro años cumple la criatura y no cabe duda de que se encuentra en su peor momento. Aquel 6 de diciembre de 1978 en que el pueblo español aprobó en referéndum la nueva Carta Magna estábamos muy lejos de imaginar que algún día reaparecerían unos demonios familiares que creíamos enterrados para siempre. Infelices de nosotros cuando creímos a pies juntillas en la inviolabilidad de un Estado de Derecho que vimos nacer, crecer y desarrollarse según la ley de la propia naturaleza. En el corazón de una transición modélica en la que sólo la sombra macabra del terrorismo nublaba el panorama, la recién nacida Constitución era la legítima carta de marear para un país que remaba sincronizadamente hacia la misma meta. Han pasado sólo treintaicuatro años y qué poco queda de aquello.