La crónica económica

Rafael / Periáñez

Dejar hacer, dejar pasar

19 de septiembre 2008 - 01:00

ASISTIMOS en los últimos meses a una cascada interminable de noticias económicas que cuando no relatan un hecho desagradable, nos ponen sobre la pista de otros de la misma naturaleza que pueden estar a punto de producirse. Las páginas económicas acaban por parecer de sucesos: caídas de las bolsas, entidades bancarias y aseguradoras que desaparecen o que son rescatadas in extremis, compañías aéreas a la búsqueda desesperada de compradores…Pero, ¿qué es lo que se está desplomando? Responder que lo que se viene abajo es la economía resultaría una afirmación tan simple como cierta. Sin embargo, me temo que la economía no es lo único que está entrando en crisis. Como demuestra la historia de las últimas décadas, cada vez que se afrontan situaciones como las que ahora vivimos, empiezan a cuestionarse paradigmas económicos y recetas de libro que, por lo general, van asociados a la ideología de uno u otro signo que en ese momento goce de mayor predicamento.

Si la causante de los síntomas de crisis fue la intervención del Estado en cualquiera de sus múltiples formas, no tardan en aparecer los profetas del neoliberalismo, solemnizando con aquello tan odioso del "te lo dije", ya que, en su opinión, el estímulo del libre mercado y el laissez faire lo hubiera evitado. Pero si la situación parece venirse a pique porque el laissez faire ha llegado al extremo del laissez passer (en su más juvenil sentido de pasotismo por la no injerencia del Estado, ante las osadas maniobras financieras de unos cuantos) serán entonces los creyentes de la ideología contrapuesta los que refunfuñen diciendo que ahora es lo público lo que ha de salir en rescate de lo privado.

¿En qué quedamos? En un mundo en el que nos esforzamos por convertir en simple lo que jamás lo será, seguir estimulando este perverso debate maniqueo se vuelve tan inútil como políticamente rentable para los que en cada momento tienen la oportunidad de levantar la voz. Pero alguien debería poner freno a tamaño despropósito explicando que, por mucho que nos duela, las cosas no son así de sencillas.

En nuestro mundo sin fronteras, el dinero tiene gran elasticidad para colocarse en los espacios donde puede ser usado con mayor libertad. Ignorarlo sería suicida. Los proyectos que la Administración o la legislación esclerotizan se ponen en marcha en un lugar diferente o al margen de la ley. Pero es a esa misma Administración a la que los ciudadanos reclaman soluciones cuando el problema pasa de la prensa a la economía familiar. Y entonces, o se tienen las arcas públicas llenas por los impuestos y una buena gestión de lo público o sencillamente se tienen las manos atadas.

Me gustaría poder aportar un poco de luz para que a todos nos fuera mejor. Pero, sinceramente, sólo se me ocurre proponer que, junto a las ideologías, se zarandeen también las conciencias para pedir que cada uno realice su trabajo con la honestidad y el rigor que cabría pedir de una sociedad que se considere verdaderamente moderna.

stats